El elevado número de niñas, niños y adolescentes que en un pasado no muy lejano no iban a la escuela o que acudían sin desayunar, o en condiciones de gran precariedad, era la expresión extrema de niveles de pobreza que generaban un círculo vicioso que conducía a una insuperable patología social-familiar intergeneracional.
Esa situación tiende a cambiar radicalmente y los datos están ahí. En el más reciente informe de la Iniciativa Dominicana para una Educación de Calidad-IDEC- y en la sección Apoyo a Poblaciones en Situaciones de Vulnerabilidad se presentan interesantes avances.
Para el año 2017 un millón 812 mil 907 estudiantes, incluyendo además docentes y personal administrativo, se beneficiaron del Programa de Alimentación Escolar y lo cual es una innegable indicación de progreso en las condiciones materiales de las y los estudiantes. Además, para el mismo año 800 mil estudiantes recibieron uniformes, mochilas y utilería escolar; lo que sumado a la jornada completa ha generado un impacto tal que hasta familias de clase media vuelven sus miradas hacia la escuela pública. Y es que en la actualidad el 14.77% del presupuesto de educación se destina al capítulo de Bienestar Estudiantil ante el 8.46% para Infraestructura, inclusive en un momento de muy grande expansión de edificaciones escolares.
Junto a esos avances están también los desafíos. La escuela ha pasado a ser, en una gran proporción de su tiempo, un verdadero hogar para no pocos estudiantes hijas e hijos-entre otros- de madres solteras que trabajan y que si se agregara además la realización de las tareas en las escuelas, regresarían a sus hogares sólo a descansar.
Esos avances reales o potenciales encuentran no pocos desafíos a ser enfrentados por las autoridades y las y los docentes organizados como respuesta ante sus ineludibles compromisos con la Nación.
El primer gran desafío consiste en que no se está aprendiendo o se aprende muy poco, por lo que pierde sentido emplear tantos recursos, esfuerzos y tiempo, situación que tiene que cambiar desde ya; pero además hay otros desafíos, entre los que se resalta (v.gr.) el embarazo de las adolescentes, ya que el 58.6% de las más pobres se ha casado o unido antes de los 18 años tronchando sus perspectivas hacia una vida de mínima dignidad. O para poner otro ejemplo, 323 mil niñas y niños de 5 a 17 años realizan trabajos prohibidos para sus edades o 10 mil con discapacidades aún fuera de las aulas.
Hay que celebrar los avances, y responder con energía y urgencia, pero principalmente con eficiencia a los grandes desafíos.