El presidente Luis Abinader, dando una muestra admirable de saber escuchar, retiró el proyecto de reforma fiscal que había enviado al Congreso. Todos estamos conscientes de que una reforma fiscal es necesaria, pero debe ser justa, equilibrada y cuidadosa. El proyecto presentado por el gobierno adolecía de todo eso, por lo que encontró un rechazo contundente de los sectores sociales y políticos, de la sociedad civil y de la población en general.
Al justificar la decisión de retirar ese desacierto, el presidente Abinader dijo que lo hacía porque se había dado cuenta que no tenía respaldo del pueblo y un gobierno democrático debe siempre escuchar la población. Expresó que él no vivía en una burbuja aislado de su pueblo, sino que pudo escuchar la sinfonía de las cacerolas que cada noche llenaron de protesta y esperanza el cielo dominicano, desde los balcones de edificios de zonas residenciales del gran Santo Domingo.
El presidente Abinader merece una felicitación por ese gesto de humildad y tolerancia. Él aprendió la lección. Los gobernantes deben entender que no solo pueden dejarse llevar de sus equipos económicos, que simplemente miran las cifras y no los corazones y las necesidades de la gente. Ya los pueblos han aprendido a defenderse y exigir sus derechos.
Cuando el presidente convocó a un almuerzo al equipo de comunicadores de El Sol de la Mañana, para justificar la fallida reforma fiscal, al momento de referirse a la necesidad de eliminar todos los incentivos de sectores como turismo, zona franca y cine, le expresé que eso era un grave error y que las cifras que su equipo económico le estaba proporcionando sobre la realidad de esos tres importante sectores eran totalmente incorrectas y estaban llenas de prejuicios. El presidente no se sintió bien con mis argumentos, pero la decisión que tomó este sábado de retirar el proyecto nos dio la razón.
Desde que se dio a conocer la reforma truncada, expresé que, si bien todos entendíamos necesario un pacto fiscal, la forma en que se estaba presentando y la falta de consulta a los diversos sectores llevaba por mal camino el llamado proyecto de modernización fiscal. En mi artículo del 14 de abril escribí lo siguiente: “Debemos estar conscientes que una reforma fiscal es indispensable, pero lo más importante y crucial es que esa reforma sea cuidadosa, bien pensada, bien estructurada y que afecte lo menos posible a los sectores productivos más importantes. Si se toman medidas sin planificación ni sentido estratégico, se podría estar “matando a la gallina de los huevos de oro” y los fines de mayor recaudación para el gobierno se podrían revertir y convertirse en un golpe demoledor al crecimiento y desarrollo de la nación”.
“Ante esta reforma lo primero es que, al parecer, el gobierno no consultó a ningún sector sobre las medidas impositivas que propuso. Y esa es una grave limitación. Las protestas del sector industrial, turismo, bebidas y cine, son solo una muestra de que no se habló con ellos. Es posible que todavía haya tiempo, pues, aunque la ley se está discutiendo en el congreso, todo el mundo está consciente de que allí se hará lo que el presidente Abinader decida, ya que el PRM tiene un control absoluto de poder legislativo”.
Desde el principio estaba claro que ningún sector de los afectados había sido consultado de verdad.
Habían sido informados, pero ninguno consultado. Y esa otra lección para el presidente y su equipo gobernante: Ninguna política pública que quiera ser efectiva puede imponerse a la fuerza, ni obviando el parecer y los argumentos de quienes serán los principales afectados de esas decisiones.
También desde un primer momento tuve la esperanza de que el presidente Abinader iba a reflexionar y dejaría sin efecto muchas de las irracionales medidas que planteaba el natimuerto proyecto. Escuchar al presidente defender medidas como la subida del IPI, la eliminación de incentivos a turismo, zonas francas, industria y cine, ponerles impuestos a casi todos los productos de la canasta familiar de golpe y porrazo, era ver un cambio brusco e inexplicable en un mandatario que, a pesar de las diferencias que se puedan tener con él, ha demostrado siempre ser muy cuidadoso en sus accionar frente a la población.
Gracias a Dios, las oraciones y la razón se impusieron. El presidente dio un paso que merece todo el apoyo y felicitación. Como él muy bien dijo: “Saber escuchar no es signo de debilidad sino de fortaleza”.
El camino ahora es poner los oídos en el corazón del pueblo, escuchar a los sectores y , en un amplio consenso, alcanzar un pacto fiscal donde todos aportemos con sentido de justicia, equilibrio e igualdad.
¡Gracias, señor presidente!.