Después del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo, fue Joaquín Balaguer el político que más usó el tema Haití como recurso político-electoral y de distensión en tiempos de agitación social, lucha sindical o de clases; aunque sin trastocar aspectos fácticos-geopolíticos de una convivencia inevitable -geografía- en el contexto de múltiples variables: amenaza migratoria irregular-progresiva, socioeconómica de dos élites política-empresarial y la vista, atenta y hegemónica, de Estados Unidos, Francia y Canadá (colonialismo e inversión extranjera).
Desaparecido Joaquín Balaguer, el país se quedó huérfano de un líder capaz de sentar postura firme sobre Haití y los forcejeos de agendas supranacionales. Es decir, un líder con el dominio y la sagacidad para avizorar tempestades (el PLD-gobierno -Leonel Fernández y Danilo Medina, cupo el mérito o la visión de Cuba y China y superar el feudo-país aislado), de un vecino que, de crisis en crisis (intervención, dictadura, embriones democráticos y populismo)- 1934, fin de la intervención militar en Haití, siglo XX, hasta hoy día, no ha salido de un modelo, post dictadura-dinastía Duvalier, de control sociopolítico que ha entrado en lo que he llamado el colapso del “control en el caos”, otrora correlato: crisis política, ingobernabilidad, corrupción, política de distensión social -planificada- de cuasi expulsión de sus ciudadanos hacia el exterior, inexistentes sistema sanitario, diplomacia sumamente entrenada para victimizarse y canalizar ayuda internacional (barril sin fondo) que una vez regentó un ex presidente norteamericano cuyas colindancias familiares son, hoy, eje-enclave socioeconómico y político, clave y decisorio, en el Haití del caos y predominio de bandas criminales.
Desde esa perspectiva es que podemos entrever cómo la actual campaña política, de buenas a primeras, entra y se quiere empantanar en una fase de crisis bilateral, por la construcción de un canal de riego, en la ribera del río Masacre -del lado haitiano-, que, según documento hecho público, nuestra autoridades, en su momento, le dieron, en cierta forma, larga -e incluso, se dijo que no afectaba el cauce o desvío del Masacre- cuando detrás de la “obra” se mueven pingües intereses binacionales de empresarios, asociados y políticos…
Ya del otro lado haitiano, hace rato, el ex canciller y bufón haitiano, Claude Joseph -aspirante presidencial- viene articulando una irresponsable y mentirosa campaña política-electoral usando el rosario de acusaciones manidas de organismos internacionales y ong en contra de nuestro país; pero en su caso, para exacerbar y atizar sentimientos nacionalistas y anti-dominicanos para fines de ganancia política-electoral ante la población haitiana. Mientras que, del lado nuestro, queda la duda o la sospecha de si el impasse bilateral -con cierre de la frontera y lo que ello implica en término de intercambio comercial- no sería otro capítulo balagueriano en procura de distracción social, disipar la actual campaña electoral y exacerbar sentimientos nacionalistas en procura, también, de ganancia política-electoral -cuando sabemos del manifiesto descontento ciudadano o atmósfera socio-electoral desfavorable-, pues, ¿por qué se esperó hasta ahora para reaccionar, extremadamente, antes una obra que se venía construyendo, a la vista de todos? Y más cuando se sabe, y han dicho expertos, la solución está en un arbitraje internacional (tratado-1929 y otros) con la presencia de un tercero imparcial, y no en el cierre de la frontera que, de todas formas, será temporal, pues, el mercado binacional (que necesita planificación comercial-migratoria), entre Haití y República Dominicana, es beneficioso, inevitable y necesario para la dinámica socioeconómica de ambos países.
Por todo ello, existe el dilema de creer o no creer (a pesar del nacionalismo); en fin, nos preguntamos: ¿Haití y República Dominicana como recurso o dinámica político-electoral? O, que se nos explique mejor. Si acaso, ya José Israel Cuello lo explicó, socio e históricamente, mejor…