Aunque del latín al idioma español, al menos del que hablamos los dominicanos, hay un gran trecho gramatical-onomatopéyico (a pesar de su procedencia-evolución de las lenguas romances), no es menos cierto que la liturgia que se siguió –por más de dos décadas- para evacuar la recién aprobada Ley de Agrupaciones políticas y Movimientos políticos, no distó mucho de aquella que, entre cardenales y plegarias, hacen el milagro. De modo, y muy a pesar del tiempo transcurrido, hoy podemos exclamar (humo blanco): ¡Tenemos ley de Partidos!, y de sastre también Digo de sastre, porque la pieza aprobada le queda bien a todos los partidos (¡nadie se puede quejar!), pues la misma permite un universo de modalidades u opciones para celebrar sus procesos a puestos de elección popular, con la única salvedad, y aquí volvemos a la estructura jerárquica-piramidal de la Iglesia Católica, de que esa “modalidad democrática” –llámese listado-padrón: abierto o cerrado- será potestad de las cúpulas. De modo, que el líder o caudillo que tenga, en una coyuntura dada, mayoría orgánica impondrá la modalidad-padrón. Resultando que, lo de sastre, saldrá a pedir de boca (pura evocación-subliminal al “Padre de nuestra Democracia”, por decisión –unánime- de nuestra vigente partidocracia).
Sin embargo, tal universo de modalidades u opciones eleccionarias (primarias, convenciones, asambleas de delegados u encuestas, etc.), en el fondo y en la superficie, les quitará distracción mediática a aquellos ciudadanos que les importa un comino lo que cúpulas y líderes de esos “aparatos” terminen decidiendo en sus organizaciones. Será, en pocas palabras, un pleito de ellos y de nadie más (podría pensar la gente), obviando que, tarde o temprano, las decisiones de los políticos terminará, de una u otra forma, impactándole su vida cotidiana y futuro.
Al final, nada nuevo, pues la suplantación orgánica-institucional, por parte de las cúpulas de los partidos, es un hecho fáctico-práctico (¡sin excepción!). Y ahora por ley. De modo, que se va configurando aquello que Moisés Naím: ya observó: “El poder se les está yendo de las manos a los autócratas…. Y también a quienes gobiernan en las democracias más maduras e institucionalizadas. Está escapando de los partidos políticos grandes y tradicionales…”
No obstante, si algún mérito, entre otros, tiene la recién aprobada ley de Partidos es que resuelve dos asuntos: a) que, a partir de ahora, habrá reglas y pautas en la actividad política (¡por fin!); y b) que cada partido, tendrá, como en botica, diferentes trajes o mortajas con que ir al infierno o al paraíso…