Muchas veces se da un cambio en el deporte profesional que mueve al asombro entre propios y extraños porque en lo inmediato no se le ve “ni pies ni cabeza”.
Verbigracia el de Gary Sánchez.
Por las reacciones en redes sociales, los seguidores de los Yankees de Nueva York no están a gusto con la negociación. A ellos les recomiendo prudencia porque los años en este oficio me han enseñado que hay que dejar un espacio para el señor tiempo, que siempre tiene la última palabra.
Fuera de ahí, mi conclusión en este caso es que la organización entendió que el ciclo de vida de la relación con el dominicano llegó a su fin. Es parte del negocio del béisbol. Se ha dado miles de veces y quedan otras tantas.
Pienso, por igual, que Sánchez necesita un cambio de escenario y todo lo que trae consigo dicha acción. Batear .204, con un porcentaje de embasarse de .307, uno de slugging de .423, un OPS de .730 y un OPS+ de 99 son malos indicadores de ejecución, especialmente en estos tiempos donde las llamadas estadísticas avanzadas son las que imperan.
Claro, hay que medirlo dentro de su posición, con los demás receptores y puede que encontremos otros similares, otros peores y, por supuesto, mejores.
El tema es que con los Yankees hay otros parámetros y en las últimas campañas la paciencia se iba agotando.
Si el lanzador estelar de la organización prefiere que otro le reciba y no haces como Javy López que daba 30 y 40 con Atlanta, entre otros indicadores de que su bate sumaba en la alineación, pues es clara evidencia de que hay un fallo.
Uno espera que Sánchez tome este canje como una llamada despertadora y se quite de encima unas marcas escarlatas que le acompañan en contiendes recientes que ponen en entredicho hasta su actitud para el juego.
El Sánchez de 2017, autor de 33 cuadrangulares, 90 impulsadas, .278 de promedio y un porcentaje de embasarse de .345, es bueno para una copia en este 2022 en su nueva casa de Minnesota.
El detalle es que solo Gary puede dar la respuesta. En mayor parte, es su responsabilidad.