En el nombre de los piques se han cometido barbaridades en distintos escenarios. La historia registra atropellos de todo tipo sustentados en calenturas que han llevado a personas a ejecutar acciones que luego, cuando la calma dice presente, lamentan profundamente.
Solo que ya el daño está hecho. Si alguien sabe que en el baloncesto el personal técnico, entiéndase árbitros y personal de la mesa que lleva el registro de cada partido, no se toca, ese es Luis Felipe López.
Dudo bastante que Luis Felipe, a quien muchos admiramos en su época como jugador y quien desfiló por el mejor baloncesto del mundo, le haya dado una carrera a un juez de cancha mientras estaba en la secundaria, en la universidad y ni hablar de la NBA.
Por favor, ahórrenme la excusa, muy barata por cierto, de que esos árbitros están preparados y no se comportan como los de aquí. Esa es una mentira del tamaño del Amazonas. Se equivocan en todos los idiomas. Todo aquel que coma con sal comete yerros.
En el deporte, como en la vida, se gana y se pierde. Lo que pasa es que en nuestro país hay una cultura atávica de no aceptar la derrota con altura y reconocer al contrario. Aquí se gana con todo y el árbitro y se pierde por el árbitro.
Luis Felipe fue estelar del baloncesto, es inmortal del deporte y embajador de la NBA. Bajo ninguna razón debe entrar a la cancha como lo hizo el pasado fin de semana tras un resultado adverso del club que preside, el Gregorio Urbano Gilbert.
De hecho, si alguien debió pedir explicaciones en el momento era el dirigente del equipo y no él.
Tampoco debieron recorrer el tabloncillo varios fanáticos que tenían el cerebro ardiendo, cual caldera sin control.
Luis Felipe debió hacer su reclamo por las vías correspondientes, ante las instancias competentes. Un líder llama a la calma. Jamás se une al coro del desafuero.
Perder duele, es un trago amargo y más si ha costado mucho avanzar hasta ciertas instancias. Lo reconozco.
Pero más daño se le hace a una institución, en este caso el baloncesto superior de Santiago, con hechos de esta naturaleza.
No es solo tener la razón. Hay que saber exigirla.