En la postemporada de la MLB, al menos para un servidor, hay dos elementos que se imponen al resto del juego: picheo y defensa.
Durante 162 partidos de serie regular existen momentos en que la ofensiva es indetenible, de igual forma puedes superar un tramo difícil, especialmente si es a principios o mediados de contienda. La labor de los serpentineros es necesaria en todo momento, espero no se mal interprete, pero cuando llega octubre se baila a otro ritmo.
Es por eso que Houston recibió muchas opiniones favorables para llegar al final y el porqué equipos como los Nacionales no deben ser soslayados porque cuentan con varios caballos en su rotación.
Los Astros poseen a Justin Verlander y al imposible Gerrit Cole. Washington, ya clasificado para la Serie Mundial, se da el lujo de contar con Stephen Strasburg y Max Scherzer quien, si bien es cierto que debía en playoffs, ha estado muy bien en sus últimas presentaciones.
La posposición del partido de ayer entre Houston y los Yanquis concede una ventaja en el papel a los Astros porque les permite adelantar salidas de Verlander y Cole. En vez de maniobrar ayer con su relevo en el cuarto partido, ahora van con Zack Greinke y luego su dúo dinámico.
Cole es en estos momentos el mejor lanzador del planeta. Eso no quiere decir que Verlander sea un paseo por el parque. El futuro inmortal es duro en el combate.
¿Qué tienen los Yanquis? ¿Hay uno de sus abridores que mete miedo? No creo que alcancen ese nivel. Y es precisamente lo que la escuadra del Bronx, en desventaja 2-1 en su Serie de Campeonato, necesita en estos momentos: otra salida de primores de Masahiro Tanaka y mucho más de James Paxton y el dominicano Luis Severino.
Paxton y Severino tendrán más carga por sus rivales en la lomita, que lucen ser Verlander y Cole.
No es “paja de coco”, pero estamos en postemporada, donde los muchachos se separan de los hombres y los caballos se consagran con actuaciones para la historia.
Picheo y defensa te hunden o te salvan. Puede que aparezcan unos que otros partidos de palos. Ahora bien, la historia dice que cuando hay picheo, nadie batea.