La gratitud -para que se verifique como tal- debe ser manifestada. Quedarse con ella para sí o no hacerla de público conocimiento es todo lo contrario a la gratitud.
Cicerón, con un amplio sentido sobre la gratitud, no sólo la calificó la más grande de las virtudes, sino que la consideró como la madre de las demás virtudes.
El sabio griego fue más lejos aún: “la gente agradecida duerme mejor”. Sin embargo, y pese al arraigo de la gratitud en casi todas las religiones y costumbres, el hombre no es dado al agradecimiento; al contrario, es muy proclive a olvidar rápido e incluso a devolver con un mal el bien recibido.
Y traigo a colación estas consideraciones previas sobre la gratitud, porque quiero hacer público mi más sentido agradecimiento al Presidente Danilo Medina por su solidaridad conmigo en momentos en que mi escasa salud abonaba el camino hacia la otra vida.
Con una patología cardiovascular rechazada por nuestro Sistema de Seguridad Social, agravada con claudicación intermitente en ambas piernas, lo que me impedía caminar 200 metros, y hasta respirar bien, y poco a poco estrangulaba mi corazón; hoy, aunque no he superado del todo mis males, me siento como el que se ahoga, pero que en el último momento de existencia, encuentra la mano amiga.
La gratitud no es considerada filosóficamente una deuda moral. Es un sentimiento humano. Para que se materialice es imprescindible que haya un reconocimiento público del favor recibido. De veras que se duerme mejor, al menos con menos sentimientos negativos, cuando la gratitud se hace pública.
En ese sentido, doy gracias al Señor Presidente Danilo Medina; gracias Roberto Rodríguez Marchena, portavoz del gobierno. Su mano amiga me salvó la vida.
(Este artículo no lo suscribo en mi condición de secretario general del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), sino en mi condición humana y profesional)