Este sábado 19 de diciembre del 2020, mi esposa Zinayda y yo cumplimos 33 años de casados. Ha sido una larga, difícil, pero hermosa jornada de amor, comprensión, conflictos, reencuentros, desvelos, mucha pasión, y un gran descubrimiento que nos ha permitido llegar alcanzar más de tres décadas juntos, construyendo un matrimonio sano y feliz.
Ese gran descubrimiento se llama Jesús. Y se produjo justo cuando transitábamos hacia el 17 aniversario. En nuestros primeros 16 años, ambos éramos militantes del socialismo, de la revolución, cultivábamos un profundo amor uno hacia el otro, pero los problemas, los desencantos y hasta las infidelidades, amenazaban la estabilidad y la permanencia de nuestra relación. Cuando nos acercamos al 17 aniversario, apareció Jesús y se hizo dueño de nuestros corazones, de nuestras vidas y de nuestro matrimonio. Y todo cambio para bien.
De ahí en adelante, nuestra relación se fortaleció y empezó a transitar un camino diferente. Se consolidó con un tercer cordón en la unión, el cual es muy difícil de romper. Pusimos a Jesús en el centro de nuestro matrimonio y todo fue diferente, nuevo, armonioso, vibrante, aleccionador, ético, transparente y muy, pero muy placentero. Y es que, cuando un matrimonio pone a Jesús como el centro, todo cambia para mejor. No desaparecen los problemas y las diferencias, pero Jesús se encarga de que podamos enfrentar de forma diferente esos problemas y salgamos siempre vencedores.
Estos 33 años han sido una ruta larga y muy diversa. Hermosa y placentera. Complicada, muchas veces difícil, pero siempre victoriosa en el amor y la felicidad. En dos ocasiones, antes de tener a Jesús en el centro, nuestro matrimonio estuvo a punto de zozobrar. Pero estamos convencidos que, a pesar de nuestro comunismo inicial, Dios siempre nos puso en su propósito eterno y, como muy bien dice el apóstol Pablo en Romanos 8:28, todos los problemas que se nos presentaron “obraron para bien”.
Hoy cumplimos 33 años felizmente juntos. Llenos del amor de Dios hacia nosotros. Pletóricos de felicidad y orgullosos de ser hijos del Padre Celestial. Con una formidable familia de dos bellas hijas, Amelia y Cheizi, y cinco hermosos nietos, Ianna, Juanfer, Isabella, Oscar y Pablo. Estos 33 años han sido 396 meses de soportarnos en amor, 11 mil 880 días de vivir juntos cada madrugada, 712 mil 800 minutos de mirarnos y necesitarnos, y 42 millones 768 mil segundos de multiplicar las bondades de nuestros amor y practicar el perdón sin tregua.
Jesús en el centro del matrimonio, ha sido la mayor clave para seguir unidos y llegar a estos 33 años bañados por un manantial de felicidad. Y le doy gracias por eso y por haber permitido que a mi vida llegara una mujer como Zinayda, la mejor esposa que hombre alguno en este mundo puede aspirar.
A Zinayda, mi eterna compañera en esta linda ruta de la felicidad, le digo: “Viejita linda, hoy cumplimos 33 años juntos, amándonos y bendecidos por Dios. Gracias por tu amor. Gracias por tu comprensión. Gracias por tu solidaridad. Gracias por enseñarme a ser buen esposo y mejor padre. Gracias por acompañarme en la ruta diaria para seguir los pasos de Jesús. Gracias por ser mi ayuda idónea. Gracias por ser la mejor esposa del universo. Te amo y te amaré por siempre”.