Hoy es un día muy especial, por eso quiero solicitarle a todos mis lectores y a quienes me siguen, que por favor me permitan no escribir en esta ocasión sobre los conflictos o situaciones de la economía dominicana, sobre los manejos políticos, sobre aspectos de fe, sobre los efectos de la pandemia o de la guerra en Urania, sino que pueda hacer una justa valoración de esta fecha y de la persona que le da importancia a la misma.
Este día, 25 de abril del 2022, es una fecha de mucha importancia y trascendencia para mí y para mi matrimonio, porque es un cumpleaños especial de la mujer más hermosa, más comprensiva y más solidaria del universo: Mi esposa Zinayda. Y quiero iniciar mi valoración de esta fecha dándole gracia al Dios Todopoderoso por habérmela dado como el mejor regalo de vida, haberme permitido casarme con ella y compartir toda mi existencia a su lado.
Para cualquier hombre, su esposa es un elemento cardinal. No sólo para construir un matrimonio y un hogar juntos, sino y sobre todo para caminar aliados en la vida haciendo realidad sus sueños compartidos, sus ilusiones multiplicadas, sus metas anheladas, sus bellos momentos de alegría, sus duros momentos de tristeza, en fin, para poder ser verdaderos amigos y aliados en la edificación de un proyecto de vida que pueda permanecer sano y feliz para siempre, sin importar los obstáculos que se presenten.
Para cualquier hombre, encontrar una mujer que, como dice la Biblia sea “su ayuda idónea”, es un regalo de Dios que ese hombre debe saber valorar, mantener, cultivar y nunca maltratar. Dios da la orientación, la guía y la conducción hacia el objetivo, pero cada hombre, cuando encuentra esa mujer señalada por Dios, debe saber cultivar en ella amor, protección y solidaridad sin límites, para que la unidad matrimonial pueda superar todos los problemas.
En mi caso particular, Dios puso a Zinayda a mi lado desde hace ya 35 años, tiempo que cumpliremos casados este mes de diciembre. En la primera etapa de nuestra relación, yo no entendía ni valoraba a plenitud ese regalo de Dios a mi vida, pues estaba en los caminos del comunismo y de la sinrazón espiritual. Por eso, en los primeros tiempos vivimos momentos muy embarazosos y nuestro barco matrimonial estuvo a punto de naufragar en dos oportunidades. Pero hace casi 20 años entendimos que de la única manera que un matrimonio puede mantenerse y vencer todos los obstáculos, es cuando los dos que lo conforman asumen a Jesús como su Señor y Salvador, y lo colocan como el centro de la relación. Eso hicimos Zinayda y yo hace 18 años, y tanto nosotros como nuestro matrimonio fuimos totalmente transformado para bien.
Gracias Dios mío, por Zinayda. Una mujer que saber valorar el matrimonio, que sabe crecer junto y compartir todo, una mujer que sabe ser solidaria en todos los momentos y en todas las circunstancias, que sabe ceder cuando es necesario y ser firme en los momentos que lo ameritan. Una mujer con la que he aprendido que Jesús es la única y verdadera razón para poder vivir felices y ser útiles en todo lo que hacemos.
Gracias Dios mío, por Zinayda. Una mujer que me enseñó a ser esposo, a ser buen amigo, buen padre y mejor amante. Una mujer que siempre está donde debe estar, que es el soporte fundamental del proyecto vida que construimos día a día, que es la garantía de la unidad de todas nuestras familias y es un estímulo permanente para construir una relación armoniosa, feliz, diferente y estimulante.
Gracias Dios mío, por Zinayda. Una mujer que ha transitado conmigo muchas etapas hermosas y difíciles, que ha caminado a mi lado por más de tres décadas y que ha sido el soporte fundamental para que nuestra relación se apoye, se consolide y se proyecte siempre en las enseñanzas y la guía de Jesús.
Gracias Dios mío, por haberme dado como el mejor regalo de mi vida a la mejor mujer del universo. Gracias Dios mío, por Zinayda. Felicidades, viejita linda de mi alma.