Si miramos a la redonda, en la región y mas allá, dos aspectos afloran: a) nuevos actores políticos imbuidos de una ola de cambio en el paradigma y perfil para acceder al poder –Moisés Naím lo presagió en El fin del poder-, y b) los déficits en las legislaciones y la gestión en materia electoral. El primero, es universal -actores políticos y de otra índole, a veces no tan deseables, acceden al poder-; y el segundo, una vieja falencia que ha perpetuado un statu quo o casta política cuyo liderazgo -en mayoría- se niega o se resiste a los cambios, las leyes y el relevo.
Sin embargo, el caso nuestro exhibe una singularidad distinta: el candidato nuevo –Gonzalo Castillo-: no nace ni surge de la sociedad civil ni de sectores contestatarios; o siquiera, siguiendo el modelo o fenómeno moda-outsider, si no del seno de un partido político en el poder –de realizaciones- y guiado por otro liderazgo que oteó, a tiempo, que los flujos sociales y los signos de la historia son impostergables.
Y esos flujos y signos, nos dicen que los liderazgos mesiánicos o de ego insustituible entraron en crisis o desfase irreversible, ¿o acaso Cristina Fernández, de vice, no lo está anunciando? ¿Y el extremo Bolsonaro? O las elecciones pendientes… ¿No serán arena movediza?
Porque la gente ya no quiere escuchar discurso en plaza púbica, ni que uno que ya fue prometa de nuevo; o que otro que aspiró, pero que no inspira ni genera empatía quiera, con el mismo desgano, mercadearse de nuevo, cuando, a leguas, se ve, y se sabe, que es insulso y no prende. Contrario, El candidato Gonzalo Castillo, ha exhibido gerencia efectiva y camino seguro -fue ministro de alta valoración ciudadana-.
Desde esa doble perspectiva, entre el que ya fue –tres veces- y el que aspira de nuevo; pero insulso e impreciso –Abinader-; en contraposición, Gonzalo Castillo, emerge como una esperanza en la ruta hacia el poder sin riesgos de descarrilar el desarrollo nacional e integral con improvisaciones o Megas proyectos, no prioritarios, cuando el ciudadano -de a pie- lo que quiere y aspira es: a un empleo digno y bien remunerado, seguridad ciudadana, educación de calidad y servicios públicos eficientes. Pero también, decirles adiós a unos actores políticos que ya cumplieron su rol histórico en la sociedad dominicana.
Por ello colijo: que no habrá vuelta atrás. Mucho menos para ajuste político ni aventura -en tiempos de turbulencias-, cuando se tiene disponible un penco de candidato como Gonzalo Castillo: sencillo, eficiente y receptivo.
Entendámoslo: la gente quiere un Presidente, que, como el actual, le escuche y resuelva…!