En el contexto de la economía mundial existe una expectativa especial en torno a las vacunas que se están aplicando, y su nivel de efectividad para detener la expansión del coronavirus. Y digo una expectativa especial ya que, ante las nuevas olas de aumentos de contagios, también se incrementan las dudas de que en poco tiempo se pueda detener el coronavirus y se pueda lograr una revitalización de la economía en los principales países y mercados del mundo.
Con las diversas vacunas se está dando todo el proceso que vive una mercancía en el capitalismo: Una gran demanda ante una limitada oferta, y por vía de consecuencia, altos niveles de precios y problemas para llegar a los sectores o países más pobres y más débiles. Esta situación se está reflejando de manera directa en nuestra nación, y podría ser un grave obstáculo para que el proceso de vacunación pueda desarrollarse pronto y con la efectividad necesaria en este tiempo que vivimos.
El Gobierno dominicano, y muy especialmente el presidente Luis Abinader, debe entender que el proceso de vacunación tiene que ser planificado con suficiente tiempo y ser totalmente transparente con todas las situaciones que se van a presentar.
Planificarlo significa que se definan las prioridades en el orden de vacunación, que se delimiten con claridad los lugares donde se realizará, el procedimiento que va a usarse, los niveles de seguridad que se adoptarán y que se desarrolle una amplia campaña de difusión y concientización de la población ante ese proceso.
Con las compras de las vacunas hay muchas dudas y temores. El Gobierno ha informado que ya compró 20 millones de vacunas, una parte de las de Pfizer, otra de AstraZeneca y una parte mínima de las de OMS. Pero la situación no está del todo clara en cuanto a cuándo llegan esas vacunas y como se van a conservar.
De los 10 millones de vacuna de AstraZeneca, el gobierno ha dicho que llegarían en el mes de marzo, pero la página web de esa empresa informa que las mismas llegarían a la nación dominicana en el mes de agosto. Y esta última información parece lógica ante la demanda de esa vacuna, pues ni siquiera en Reino Unido, el país de la empresa que la fábrica, ha podido cumplir a tiempo con las cuotas establecidas para ellos mismos.
En el caso de la vacuna de Pfizer, unos 8 millones de unidades compradas, existe una gran preocupación en torno a cómo se van a conservar en una temperatura de -70 grados Celsius, una vez lleguen al país. Muchos especialistas médicos afirman que no hay condiciones para eso y que si esas vacunas no se conservan a esa temperatura, nadie garantiza su eficacia. Y lo más preocupante de esto es que, extraoficialmente se dice, que la empresa Pfizer ha establecido que ellos solo venden las vacunas y no tienen responsabilidad de su conservación en los países donde las venden.
El Gobierno debe aclarar bien estas situaciones. Debemos estar alertas para evitar que el proceso de vacunación se convierta en un caos, no tenga la efectividad necesaria en esta situación, que en vez de ayudar pueda afectar la salud de la población y no vaya a convertirse en un obstáculo para la urgente dinamización de la economía.