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Una de las primeras imágenes que difundieron las cadenas de noticias el pasado domingo en la noche fue la de un Pepe Mujica, con sus 89 años a cuestas y tocado por un cáncer de esófago con el rostro exultante de alegría y en un movido baile celebrando en la rambla de Montevideo el triunfo del Frente Amplio en las elecciones presidenciales del Uruguay.

Luego de cinco años de gobierno conservador, el Frente Amplio retornaba al poder con un 49.8% frente al 45.9% de su rival, una diferencia de 92,000 votos en un país de 3.5 millones de habitantes. Asimismo, lograba la mayoría en el Senado, pero no así en la Cámara de Diputados, donde necesariamente tendrá que negociar con el bloque opositor o por separado con legisladores que lo adversan en busca de sacar adelante la agenda legislativa.

En esta victoria electoral la figura ya histórica de Pepe Mujica, y político más popular de Uruguay, jugó un papel fundamental, no solo porque Yamandú Orsi, el candidato del Frente Popular le debe su candidatura, sino también porque se la echó al hombro, al ir a las calles a convencer al electorado, al expoltar con éxito los puntos débiles del gobierno de Luis Lacalle Pou y convencer al electorado que lo había abandonado en el 2019.

El triunfo resulta más impactante si se toma en cuenta que la oposición estaba batallando contra un gobierno que podía mostrar buenas cifras económicas, con un presidente que gozaba de popularidad y con un vecino como Argentina gobernado por la extrema derecha conservadora, ahora consolidada por el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.

Esta realidad negativa no amedrentó a las organizaciones que integran al Frente Amplio, especialmente a los militantes del Movimiento de Participación Popular (MPP), al que pertenece Mujica, que salieron a la calle decididos a recuperar el poder que habían perdido cinco años atrás a manos de una coalición de fuerzas de derecha lideradas por los dos partidos centenarios del Uruguay, el Nacional y el Colorado.

Fue una campaña tradicional. Los líderes del Frente Amplio salieron a las calles a recorrer todo el país, barrio por barrio, comunidad por comunidad. Fue una estrategia de contacto con organizaciones barriales y populares, con asociaciones empresariales y obreras, con colectivos populares, y, sobre todo, con visitas a casas y recorridos callejeros para estrechar la mano de los ciudadanos.

El propio Pepe Mujica lo confesaba: “Se hacían actividades con quince o veinte personas, una y otra vez, y así, dale, dale, dale. Sé que estamos en la época de la civilización digital, pero al mano a mano no hay nada que lo sustituya. El tiempo que fuiste a la casa, que hablaste con él, es distinto a la comunicación inalámbrica”. Y, en efecto, detrás del triunfo del domingo en Uruguay estuvo el contacto con el pueblo, al cual se escuchaba, con el cual se dialogaba, y con el cual el Frente Amplio se comprometía.

Esta estrategia callejera le permitió al Frente Amplio ganar cómodamente en los departamentos más poblados de Uruguay, como Montevideo y Canelones, y avanzar fuertemente en las zonas rurales, en donde es más fuerte el Partido Nacional. De igual modo, gracias a ella pudo captar el descontento de jóvenes de la clase media baja y de la clase baja, en su mayoría hombres, insatisfechas porque el gobierno no había podido responder a sus demandas materiales, lo que se traducía en un malestar profundo que alcanzaba a los sectores de menores ingresos.

Parece increíble que con estos métodos pudiera alcanzarse el poder en plena era digital, pero así fue, y lo manifestaba orgullosamente el presidente del Frente Amplio, cuando afirmaba: “Se pensaba que era muy difícil, pero el Frente Amplio es la fuerza más votada. Esto es el mérito de miles de hombres y mujeres que trabajaron en el territorio, en cada localidad, que nos dieron alojamiento en las giras, toda la gente que nos ayudó a hacer este milagro”.

Orsi, el nuevo presidente, es militante del partido de Pepe Mujica y ha declarado que pretende hacer crecer el país a un mínimo del 2.5% anual, para aumentar la riqueza de los uruguayos y fomentar el empleo juvenil, las ayudas sociales a las familias vulnerables, y potenciar la educación como antídoto para hacer que la delincuencia deje de ser la principal preocupación de los uruguayos.

Su compromiso será, como nuevo referente de la izquierda democrática latinoamericana, mantener la estabilidad macroeconómica; mejorar la distribución del ingreso, priorizando la situación del 10% de la población que vive en condiciones de pobreza; y acelerar el crecimiento de la economía mediante políticas dirigidas a fomentar la inversión y el aumento de la productividad.

Un gran reto para una opción comprometida con su pueblo en medio de un mundo convulso y en turbulencia.

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