La Ilíada es el más antiguo poema épico occidental (y centro indiscutible de nuestro canon) que se fue construyendo, se modificó y se corrigió con el tiempo, pues la trasmisión era oral, o cantada con acompañamiento de instrumentos de cuerda. Se estima que fue compuesto hacia el siglo séptimo antes de Cristo. Y era el elemento central de la educación griega, pues enseñaba historia, pero más aun, valores y costumbres. Y, lo más fascinante, se atribuye su composición a un solo poeta, por demás ciego: Homero.

El libro, aunque parezca extraño, no narra toda la guerra de Troya, sino unos breves hechos ocurridos durante 51 días en el décimo año de ella: “La cólera funesta” del divino Aquiles “que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas”.

Homero, la mayoría de las veces que cita algunos de los personajes, les coloca una cualidad, defecto o fortaleza justo después del nombre, quizás como una forma de recordarle a quien escuchaba la declamación o el canto de quién se hablaba. Por ejemplo, Aquiles es “el de los pies ligeros”; Apolo, “el que hiere de lejos”; Hera es “la diosa de los níveos brazos; Héctor Priámida es “el de tremolante casco”; y, Ulises es “fecundo en ardides”, para solo mencionar algunos de los muchos personajes del texto.
Allí podemos encontrar muchos consejos aún prácticos, y otros no tanto.

En el Canto I, por ejemplo, luego de un discurso de Néstor donde le pide al rey Agamenón que “deponga la ira contra Aquiles”, por la importancia de éste para el combate, le responde “el rey de hombres” Agamenón que aunque sus palabras son oportunas, “este hombre quiere sobreponerse a todos los demás; a todos quiere dominar, a todos gobernar, a todos dar órdenes que alguien, creo, se negará a obedecer”. Es decir, se debe saber mandar, pero sin que resulte oneroso o desproporcionado, por un lado; y se tiene el derecho de desobedecer lo ilógico, abusivo e injusto, por otro.

Zeus y Hera tenían constantes disputas nupciales, entre otras razones, por las constantes infidelidades del padre de los dioses, por eso al tomar partido en las acciones humanas, normalmente estaban en lados contrarios. Además, Zeus constantemente le ocultaba información.

Le dice Hera: “Siempre te es grato, cuando estás lejos de mí, pensar y resolver algo secretamente, y jamás te has dignado decirme una sola palabra de lo que acuerdas”. A lo que responde Zeus “padre de los hombres y de los dioses: Hera! No esperes conocer todas mis decisiones, pues te resultará difícil aun siendo mi esposa. Lo que pueda decirse, ningún dios ni hombre lo sabrá antes que tú; pero lo que quiera resolver sin contar con los dioses, no lo preguntes ni procures averiguarlo”.

Y ante la réplica de Hera, quien era muy incisiva y conocía las intenciones de Zeus en la guerra, le responde el dios padre que con esa actitud no conseguirá nada “sino alejarte de mi corazón”. Luego de tan bonitas palabras, la amenazó con ponerle encima sus “invictas manos”. Hera entendió la amenaza y “sentóse en silencio”. Pero la disputa seguiría después, Hera tenía un carácter indomable.

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