Décadas atrás, todo presidente de Estados Unidos priorizaba sus relaciones internacionales en un orden lógico: Primero América Latina (su patio trasero, el gran deudor, lo más políticamente impredecible). En segundo lugar Europa, el principal aliado contra la amenaza soviética. Tercero Asia, más por la competencia japonesa que por la China maoísta no hegemónica. En cuarto lugar África, multiatrasada y multidividida. Y por último Oceanía, que sólo le ha servido para vigilar el inmenso Pacífico… (¿Y hoy? Bueno, las cosas han cambiado: quien gobierna ese país vive confundido, pues no domina el mapa-mundi).

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