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Ponerle su nombre al Centro Cultural de Indotel (“Debo saludar la tarde desde lo alto,/poner mis palabras del lado de la vida/y confundirme con los hombres/ por calles en donde empieza a caer la noche”) es muy consecuente con sus excelentes méritos literarios (“Debo buscar la sonrisa de mis camaradas/ y tocar en el hombro a una mujer que lee revistas mordiendo un cigarrillo”) como portavoz del pueblo en lucha postrujillista (“Ya no es hora de contar sordas historias/episodios de irremediable llanto,/todo perdido, terminado…”) en reclamo de nuevos sueños y esperanzas. (“Ahora estamos frente a otro tiempo/ del que no podemos salir hacia atrás”).

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