De ahí ahí, te reconozco en lo que más te quiero: el recuerdo de tus leyendas falsas o verdaderas; tus gestas y tragedias acalladas por décadas de olvido de ti misma; tus palomas al vuelo sorpresivo frente al asombro de los advenedizos de tus ruinas; la falsificación de tus calles cargadas de un afán mercantil absolutamente ajeno a como antaño te soñamos; la galopante verticalidad de un modernismo brutal que te es extraño; tus purulentas cañadas sobrecargadas de las más feroces pestilencias; tu Ozama e Isabela devenidos en cloacas de todas tus miserias…(Y sin embargo, a pesar de todo, todavía eres mi amada Ciudad Primada).