Procede auscultar respecto a la relación entre democracia y desarrollo humano, en los países que han optado por la democracia como forma de gobierno entre los cuales se inscribe la República Dominicana.
Lo primero es preguntarse en qué medida un sistema de gobierno que se califique como democrático, realmente lo es.
Perú, por ejemplo, está próximo a proclamar quien ocupará la Presidencia de la República en un proceso en el que nunca se cuestionó la vía electoral como forma de dirimir las diferencias políticas. Aconteció en Bolivia y más recientemente en Ecuador. No se puede decir lo mismo de Venezuela y ya en Nicaragua los cuatro aspirantes a la Presidencia por oposición en las elecciones previstas para el domingo 7 noviembre, es decir a menos 5 meses, ya son prisioneros del gobierno actual.
El desarrollo humano está muy claramente definido y técnicamente orientado. Con la dificultad de que la vía de hacerlo progresar es desde el Estado con el problema que ese Estado puede estar dirigido por quienes no comprenden sus fundamentos y aun comprendiéndolos relativamente, no ser su principal propósito o interés impulsarlo.
Como el desarrollo humano no es un tema del corto plazo y que por lo tanto no se restringe a cuatro u ochos años de períodos de gobierno, demanda de real continuidad de las políticas. De ahí la importancia que los países asuman compromisos preferentemente consensuados y por ley respecto a determinadas estrategias y metas asociadas al desarrollo humano y que por su propia naturaleza han de ser de largo plazo como por acá con la Ley 1-12 de Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030; conscientes que será un camino en zigzag con no pocos retrocesos, pero que de no ser así sería muy difícil alcanzar en el discurrir del tiempo metas de desarrollo.
El referente sobre lo que se acaba de decir es un país que siga un auténtico sistema democrático; pero con la propia República Dominicana más de 60 años después de la caída de la dictadura de Trujillo, habría que preguntarse cuántas veces se ha carecido de real independencia de los poderes del Estado y qué tan lejos se ha estado de la auténtica democracia.
Una democracia de sólidas bases institucionales es una precondición para impulsar efectivamente el desarrollo humano y aun así es un complejo desafío.
La apropiada combinación de democracia auténtica con un claro compromiso con el desarrollo humano desde el Estado, a partir de un consenso de largo plazo a ser ejecutado por etapas y fases es muy difícil; pero es el único camino para avanzar eficazmente.