Los tiempos actuales presentan situaciones difíciles y complicadas cuando hablamos de juventud y estudios universitarios. Como las redes y el facilismo de la información les han dado un duro golpe al estudio y análisis profundo de la realidad, eso ha llevado a pensar a muchos que ya la juventud de esta época no está interesada en las carreras del área económica y social, las cuales conllevan procesos de investigación amplios, innovadores y con sólidas bases analíticas.
Sin embargo, dentro de ese panorama no todo está perdido, todavía hay mucha esperanza. De manera particular el pasado martes 25 de junio, viví una experiencia muy positiva con un grupo de estudiantes de la Escuela de Economía de la Universidad Católica de Santo Domingo (UCSD), que elevó mis niveles de confianza en el porvenir. Ese encuentro se produjo por invitación de la profesora Kirsy Richardson y la Directora de la carrera, Oliva Luna, y fue realizado en uno de los salones de la Biblioteca Octavio Cardenal Beras, contó con la participaron de más de 130 estudiantes y la presencia del decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, José Amaury Serrata, y de los profesores Héctor del Rosario, Fabio Méndez, Damaris Medina, Wilfredo de León, Juan Colón y Lucas Belliard.
Su motivación esencial fue realizar una presentación y un cine forum sobre el documental “La Industria en RD (1962-2022) -Seis décadas de una maravillosa historia-”, una producción cinematográfica impulsada por Señales TV y la Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD), donde se realiza un recuento histórico-analítico sobre el desarrollo del proceso industrial dominicano posterior a la tiranía de Trujillo.
Al inicio de la actividad, expresé una palabras de motivación a los estudiantes donde los exhortaba a que, como estudiantes de economía, se prepararan bien en términos académicos pero que, sobretodo, se formaran en valores, en poner atención no solo en conseguir dinero para hacerse ricos y en lograr grados académicos para vanidad personal, sino que debían luchar para convertirse en profesionales que se preocupan por el bienestar de la nación, por servir a los demás, por buscar la mejoría y la prosperidad de la población dominicana y por ser dignos hijos de Dios. Les dije que el futuro de la nación dominicana depende de ellos, como jóvenes profesionales, pues serán quienes mañana estarán conduciendo el gobierno y el sector privado del país.
Luego de la presentación del documental, se inició un fructífero debate, se produjo una amplia discusión, entre preguntas, opiniones y aportes de ideas sumamente interesantes. A pesar de la presión del tiempo, más de una veintena de jóvenes estudiantes, hombres y mujeres, tomaron turnos para realizar preguntas y brillantes intervenciones sobre el presente y el futuro económico y social de nuestra nación. Todos hablaban con propiedad, con conocimiento, con mucha preocupación social. Uno de los estudiantes habló de los retos de la industria y de la economía en general, ante la Inteligencia Artificial; otra de las estudiantes expresó su preocupación ante los datos aportados por el Banco Mundial de que a pesar de que la economía dominicana ha crecido mucho en las últimas décadas, ese crecimiento no ha logrado reducir significativamente la desigualdad social.
Ese encuentro con los estudiantes de Economía de la Universidad Católica Santo Domingo mostró que, a pesar de los grandes nubarrones que se ciernen sobre la juventud en este tiempo de tantas tentaciones y anti-valores, hay mucha esperanza, no todo se ha perdido y el futuro de nuestra nación puede ser mucho mejor en su manos. En esa juventud universitaria está una parte importante de los hombres y mujeres que en los próximos años estarán dirigiendo el gobierno, el congreso, las altas cortes y los sectores productivos del país, por lo que es gratificante y esperanzador que muestren preparación académica, alta sensibilidad y cultiven valores morales, éticos y de fe.
En ese histórico intercambio también tuve otra gran satisfacción personal. Mi nieto Juan Fernando Cuello Cabral, de 9 años, me acompañó en la presentación, me ayudó a organizar, fungió como mi asistente personal y como fotógrafo especial para la ocasión. Eso fue de gran impacto y orgullo para mí como abuelo, como profesional y como ciudadano. Puedo concluir expresando que en ese encuentro, entre ideas, sueños, sonrisas, preguntas y respuestas, la patria dominicana se vistió del color de la esperanza.