Es habitual que la juventud muestre un repudio hacia el tradicional sistema de partidos y en general hacia la política de la manera en que ha sido llevada a cabo en nuestro país.
Tomando en consideración que por estadística es sabido que la población dominicana es mayoritariamente joven (menos de 35 años de edad según los parámetros de la ley), esta apatía constituye un problema de gran importancia.
La situación parecería que afecta fundamentalmente al que tiene aspiraciones de ocupar cargos electivos. Sin embargo, en el mediano y largo plazo causa un daño a la sociedad ya que, debido a esto, muchas personas con ideas modernas y buenas intenciones se autoexcluyen de la toma de decisiones y por tanto se quedan vacíos los espacios de poder para ser ocupados por aquellas figuras repetidas que perpetúan los males que desvirtúan la política como ciencia y arte para alcanzar el bienestar colectivo y la convierten en politiquería.
Estaría demás profundizar en ejemplos de casos que provoquen en la juventud este rechazo, pues las denuncias de tantas formas de prevaricación son conocidas. Y aunque algunos jóvenes representantes de organizaciones de la sociedad civil han protestado en muchos casos y han intentado tomar acciones ante la justicia con una actitud crítica frente a estos temas, a fin de cuentas seguimos mal representados por los mismos viejos robles que imitan, desde distintas instancias de poder, con distintas siglas partidarias y con diferentes matices, las mismas inconductas.
Ahora que se aproxima un año electoral es un momento idóneo para renovar con juventud la oferta y por ende las boletas. Hay que aprovechar esta nueva ola de jóvenes preparados, con trayectorias limpias y con discursos realistas para integrarlos a enriquecer el sistema de partidos. Y aunque es bien sabido que los procesos de campaña desgastan, que provocan sinsabores y que no ofrecen garantía alguna de que no harán artimañas esos que son siempre los mismos y que quieren ir a los cargos públicos a seguir haciendo lo mismo, se torna menos difícil si hay una conciencia colectiva de dar espacio a la juventud y de hacer que las figuras tradicionales logren entender que el retiro existe y que para muchos de ellos es un paso que ya les toca dar.
A nivel congresual y municipal, mucho de lo que hay no sirve. Por tanto, si queremos un mejor bizcocho, es tiempo ya de cambiar la receta.