Cuentan que luego de un naufragio donde perdió todas sus pertenencias, Zenón de Citio fundó la escuela filosófica estoica en Atenas en el siglo III a. de C., con el objetivo de dominar las pasiones, fortalecer el carácter llevando una vida virtuosa y alcanzar la felicidad, y tener al razonamiento como su guía.
Casi tres siglos después, en Roma, tres personas les dan un nuevo empuje a estas doctrinas, cuyos influjos nos llegan hasta el presente: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Senador, abogado, orador, poeta y hombre público de notable influencia el primero, y emperador el último. El segundo, Epicteto, al igual que el fundador de la escuela estoica, Zenón, no tenía nada material en la vida, pues había sido esclavo en la urbe.
De lo mucho que escribió Séneca son fundamentales sus “Epístolas morales a Lucilio”, y del emperador-filósofo, Marco Aurelio, sus “Meditaciones”. Epicteto, en cambio, al igual que su admirado Sócrates, no escribió nada directamente, sino que sus ideas fueron recogidas por un alumno suyo, Arriano de Nicomedia, quien fuera un personaje notable en Roma, con una importante vida pública y militar.
El “Manual”, uno de los dos libros que recogen las enseñanzas de Epicteto, ofrece “consejos y normas de conducta para vencer las pasiones, adquirir autodominio”, “tranquilidad de espíritu y libertad interior”, es una de las obras de la literatura antigua “que más influjo ejerció en la Antigüedad tardía y en el Cristianismo”.
El Manual comienza con una idea central de la filosofía estoica: “Hay unas cosas que dependen de nosotros y otras que no”. Y solo debemos desear aquello que depende de nosotros, pues “no turban a los hombres los acontecimientos, sino los juicios sobre los mismos”.
Para evitar el deseo fuerte y lograr el desapego de las cosas recomienda tener presente siempre lo peor, como el destierro o la muerte.
Aconseja no dejarse vencer por los placeres del cuerpo ni por el hambre, guardando respeto por los anfitriones; serle fiel a la patria como ciudadano y obedecer a la naturaleza, a la razón y a Dios.
También, que debemos tener conciencia de nuestros límites, no podemos alcanzar lo que está por encima de nuestras posibilidades. Por igual recomienda ser austero en cuanto al cuerpo: “Limítate a lo estrictamente necesario”.
Nos dice que para actuar de forma correcta debemos analizar los precedentes y las consecuencias en cada acción, pues no hace uso de la razón el que no se detiene a analizar las cosas; al que hace uso de ella, será difícil que le venzan las cosas externas, por ejemplo, el placer.
De igual forma, plantea enseñar con ejemplos, no con teorías: En un banquete no digas cómo se debe comer, sino que come como es debido.
El texto incluye múltiples consejos morales (permanecer fiel a los principios y practicarlos), y normas de conducta (ser uno mismo, pensar antes de hablar, moderación en la risa y en los bienes), entre otros. Finalmente, llama a constancia: si perseveras, los que antes se burlaban de ti, luego te admirarán; y, a la humildad: Si a algunos les pareces importante, desconfía de ti mismo.
El estoicismo es una filosofía de enorme difusión actualmente, charlas, videos, cursos, conferencias y libros dan cuenta de ello.
Recomendamos su estudio.