Jacques Vergès fue un reputado abogado penalista francés que cobra relevancia a finales de la década de los 50 del siglo XX. Sus defensas en casos emblemáticos – considerados de carácter político, bien sea por su naturaleza jurídica, o por su connotación pública relevante- le hicieron ganar el mote de “abogado del diablo”.
En 1968 publica su libro “Estrategia judicial en los procesos políticos” en el que delinea una nueva técnica de litigio para casos penales, rechazando la distinción entre procesos de derecho común (crímenes comunes) y procesos políticos (crímenes contra el estado).
Según afirma no hay diferencia entre ambos tipos de procesos ya que los delitos comunes, al atentar contra el orden, el juez los considera de naturaleza política. De ahí que esa distinción sólo sirve para restar importancia política y social a los crímenes comunes o para esconder el carácter irreverente de los delitos de tipo políticos.
Vergés prefiere distinguir entre procesos o defensa de connivencia y procesos o defensa de ruptura.
En la modalidad de connivencia la defensa del acusado respeta las reglas del juego. Generalmente se hace una declaración de inocencia y se niegan los hechos o se realiza una aceptación de culpabilidad moderada en procura de atenuar o evitar la sanción.
El proceso, entonces, tiene como centro el hecho y las características de su autor quien se muestra débil y procura compasión.
En cambio, en la defensa de ruptura el acusado se convierte en “acusador” de un sistema que considera injusto. Se trata de una estrategia que altera la estructura del proceso. Los hechos y las características de su autor pasan a segundo plano, y prima el cuestionamiento al orden público establecido (status quo).
La estrategia se cimenta en la idea de que hay casos en que no es posible el diálogo con la autoridad porque se cree que ella tiene un plan concebido.
La técnica de ruptura permite la posibilidad de invertir el sistema dominante, aún en el caso de que se pierda el juicio. Si bien la defensa parecerá derrotada en el foro, podría alcanzar su objetivo en el escenario político. Habrá, en consecuencia, obtenido la victoria más allá de los estrados; la derrota del status quo y la quiebra de una autoridad cuya legitimidad se cuestiona.