Algunos autores sostienen que el miedo al delito puede ser explicado desde tres ángulos o tesis distintas.
La primera se denomina tesis del control social que afirma que, el miedo al crimen, es consecuencia de la falta de capacidad del ser humano para controlar su propia vida y las actuaciones y reacciones de los demás.
La segunda de las tesis sostiene que, el miedo, es una consecuencia de la victimización. Es decir, que surge de lo vivido directamente por las personas o por aquellos que les rodean. La gente tiene miedo por su incapacidad de prevenir o poder manejar las consecuencias de la victimización.
Por último, tenemos la denominada de entorno urbano, que ubica el miedo al delito según la forma como la gente viva y valore el entorno que le rodea. El miedo al crimen es, entonces, un fenómeno urbano porque es en las ciudades donde este es más frecuente, y donde se manifiestan en mayor medida sus repercusiones.
Sin importar cuál de las tres tesis se pueda o se quiera suscribir acerca de su origen, alimentado frecuentemente por muchos factores (rumores, medios noticiosos, etc), lo cierto es que el miedo al crimen incide en la construcción de una imagen empírica de la realidad (percepción) que, no necesariamente, coincide con la realidad científica sólo comprobable por métodos específicos (estadísticas policiales y judiciales, encuestas de victimización, encuestas de autoinculpación, etc).
La percepción, entonces, es una especie de miedo difuso que si bien puede distinguirse, teóricamente, del miedo real al delito, contribuye a su incremento.
De esta forma, no se sabe si es el miedo que alimenta a la percepción o si es aquella que alimenta al primero. Es decir se constata un eterno vaivén entre el miedo real (realidad científicamente comprobable) y el miedo difuso (percepción).
Debemos hacer conciencia de que la única manera de conocer la realidad y, consecuentemente, estar en condiciones de elaborar un buen plan de seguridad ciudadana es a través de los medios científicos pertinentes.
Sólo por estos medios podremos constatar cuáles son los hechos delictivos que verdaderamente están contribuyendo al incremento de la inseguridad y sólo a través de esos recursos podremos comprender la fisonomía real de esos hechos delictivos. Una vez comprobada tal cuestión estaremos en condiciones de combatir dichos males y de lograr el restablecimiento de la ansiada seguridad ciudadana.