Durante muchos años viví en el ensanche La Fe, un sector donde abundan diversos negocios. Mi casa materna está muy cerca de la Plaza de la Salud y en estos días estuve transitando por la zona y quedé horrorizada por lo feas, atestadas de vehículos y arrabalizadas que están sus calles y entornos.

Lo primero que resalta a la vista son las descompuestas redes de cables del tendido eléctrico parecidas a las telarañas, postes de luz torcidos, y ese conglomerado de vehículos estacionados de forma diagonal en ambos lados de sus estrellas calles, y muchos obstáculos en las aceras por la proliferación de negocios informales de comida, talleres y ferreterías.

Me pareció que estaba en una esquina del icónico Villacón, o en el emblemático tramo de la Duarte con París. Estuve en la zona porque el apartamento de una amiga de muchos años cogió fuego y dejó solo cenizas en su espacio. Según la versión que me dio, el panel que controla la entrada de la energía eléctrica explotó.

En ese momento, me llegó a la mente la imagen de la cantidad de cables desordenados que vi por la zona y que es común en casi toda la ciudad, sobre todo en los barrios, donde mucha gente realiza conexiones ilegales para no tener que pagar la luz que consume. Esa es la realidad.

Desde hace décadas hablamos de energía limpia y de la importancia que esta tiene para la vida y el cuidado del planeta en favor de un ecosistema saludable.

Como caribeños que somos, estamos rodeados de agua, de sol y vientos que son las fuentes naturales para producir este tipo de energía, entonces ¿por qué no promover el uso de esta energía limpia, en vez de seguir gastando en energía sucia y cara?

Ciertamente, hay muchos negocios y residencias que han optado por usarla, sobre todo, con paneles solares, pero a qué costo, además de los contratiempos que conllevan los trámites y otros detalles, de acuerdo con testimonios de personas que los poseen.

Los insumos y materiales que conllevan estas instalaciones todavía siguen siendo muy costosas y como quiera los usuarios terminan pagando el consumo mínimo a las Ede, mientras estas nunca devuelven un peso de la facturada energía del sol que reciben (sobrante).

Si tenemos sol, viento y agua, ¿por qué no sacar provecho de estas bondades que nos regala la naturaleza?

Nuestro país se caracteriza por el constante crecimiento vertical y sería bueno establecer de manera obligatorio para las constructoras, y hasta para el propio Gobierno, la instalación de paneles solares en cada edificación que se levanta en la ciudad o en las periferias.

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