Cual tiradera entre artistas urbanos, la doctora Margarita Cedeño, precandidata a la presidencia por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la directora del Programa Supérate, Gloria Reyes, han decidido refugiarse en los medios para responderse públicamente sobre insinuaciones de una hacia la otra, con relación a situaciones políticas y de la posición y sobre todo, atendiendo al fraude de las tarjetas de Supérate que ha dejado con cara de asombro a medio país.
“Yo de verdad lamento mucho que la señora Cedeño haya tomado esa ruta, yo estoy muy ocupada, yo no estoy en campaña electoral, y creo que la democracia necesita ejemplos para las niñas y para los jóvenes, y llevar el debate político al nivel de la politiquería y el chisme no es mi estilo”, se defendió Gloria Reyes recientemente en una entrevista. Ciertamente, Reyes representa una generación política de la que estamos todos esperanzados, dado a los cambios estructurales que se deben sentir en el quehacer político dominicano a partir de la intervención de actores como ella.
Sin embargo, Gloria, que es una de las mujeres jóvenes de este gobierno con mayor preparación y empuje dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM) se ha dejado arrastrar a una simple “chercha” que ha bajado de nivel no sólo a ella, sino a la propia doctora Cedeño, quien nos acostumbró desde sus inicios políticos y su asunción a cargos como la vicepresidencia, a respuestas mesuradas e inteligentemente correctas, adornadas con el carisma que impuso como marca registrada, ganándose el aplauso y respeto de un segmento importante de la población.
Visto desde la acera del frente, ambas mujeres con sobrados méritos para representar a este sector de la población que no cuenta con la benevolencia de un sistema que aún tiene que establecer cuotas para que los partidos se vean obligados a incluir mujeres en las posiciones electivas, deberían centrar fuerzas y esfuerzos en mostrar una conducta que promueva el interés del ejercicio político de más jóvenes y mujeres del país, lejos de la vergüenza e indignación que actualmente siente la población por la clase política que nos ha representado, a lo largo de nuestra historia democrática.
Si desde el entorno político las mujeres queremos demostrar que somos y actuamos diferente, debemos comenzar por demostrarlo, desde nuestra retórica y comportamiento más allá de usar el labial y la ropa correcta que nos acredite como un ente profesional y político.