Desde pequeña escuché a mi padre decir que su equipo de pelota favorito eran las Águilas Cibaeñas. Papi, un hombre de campo que llegó a la ciudad ya siendo un adolescente, recibió por tradición familiar ese pasatiempo y el amor por el equipo amarillo, que años más tarde algunos de sus hijos decidieron de igual manera abrazar.

Ir al play para mí es todo un deleite, confieso que me gusta tanto la pelota que me he atrevido ir a partidos donde no juega mi equipo preferido: las Águilas cibaeñas y si es el Escogido el que juega contra el Licey también grito, aplaudo y me emociono, siempre he estado clara de que tenemos un aliado en el Escogido.

Aunque nací en la capital, pesó más en mí la tradición familiar a la hora de escoger el equipo de pelota por el que simpatizo. He tratado de mantener la tradición de ir a play con la familia y que prime en mis hijos el amor por el equipo amarillo, aunque no tuve mucha suerte.

María José que es la más pequeña de mis tres hijos, siendo muy pequeña debía ir con un tshirt del color del equipo de pelota preferido y sin vacilar de inmediato le compré el de las Águilas, todo estuvo bien hasta que uno de los compañeritos, de esos que hacen bullying, le dijo que ese equipo estaba perdiendo, al otro día mi hija no quiso el color amarillo, sino el azul.

Desde entonces creo que la voy a persuadir cuando vamos al play, sin embargo, ha sido un hueso duro de roer. Por el contrario, Maxwell, mi hijo del medio, sin yo pedírselo me dijo un día cualquiera que él era de las águilas y resulta que salió más serio que yo, porque aunque he querido que me acompañe al estadio cuando juega otro equipo de pelota, me dice que no tajantemente, -“no, porque no juegan las águilas”-.

La tradición familiar tiene un peso importante en la formación de los integrantes de una familia, pongo el ejemplo de la pelota, pero hay múltiples tradiciones familiares.

Luego de ver a mi equipo perder, no puedo decir que no iré al play, sobre todo cuando recibimos invitaciones para la Zona Presidente o por Altice, pero iré convencida de que el juego continua y aunque jamás será lo mismo una final sin mi equipo amarillo, espero que el Licey y las Estrellas se encarguen de que valga la pena esta final.

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