Aunque es evidente que hoy día hay cambios sustanciales y que los jóvenes de hoy no piensan ni actúan como los de ayer, saber que en el 2024 se registraron unos 46,418 matrimonios y que de ese número unos 27,551 decidieron ponerle fin a su unión, es un indicativo de que las cosas no están muy bien. Más de la mitad de la población que decidió dar el sí, ya sea en una iglesia o por la ley, no pudo sostener esa unión.
La Junta Central Electoral cumple con presentarnos números fríos, que deben decirnos más que eso.
Saber que se registraron 59 divorcios por cada 100 matrimonios celebrados en República Dominicana es una alerta para establecer acciones que nos puedan ayudar a sostener este vínculo que defiende y que está establecido en la misma Biblia, en el libro de Génesis.
“Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne”, dice el versículo 22 de este libro que cuenta el inicio del mundo.
Pero más allá de este mandato, hay algo que debe existir para que dos personas puedan permanecer en unión, como una sola carne, es el amor.
“El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera”, cuántas verdades en una frase tan corta del libro de Proverbios.
Recientemente, el pastor Ezequiel Molina, en el evento la Batalla de la Fe, que realiza cada año, expuso que tras una mujer exitosa, probablemente había un hogar destruido, declaraciones que posteriormente quiso enmendar alegando que fue sacado de contexto.
Hay quienes se circunscriben a esta teoría, pero es importante entender que un matrimonio, una familia, es cosa de dos, y en ese sentido, la iglesia, que ha sido la institución que más ha trabajado la familia, tiene una misión mayor en tiempos en que todo parece indicar que no hay porqué entender y dirimir los desacuerdos con inteligencia emocional.
El pastor Ezequiel quería buscar un culpable de esta triste realidad, no obstante, la culpa la tenemos todos, comenzando por las propias iglesias que en algunos casos han abandonado la verdadera misión y se distraen en temas y acciones para nada necesarios.
Hay que defender la familia y con ella los matrimonios, pero antes hay que enseñar y promover la tolerancia, el amor, y la capacidad de manejar las diferencias con la madurez que requieren estos tiempos.