El logro de juntar al PLD y Fuerza del Pueblo, olvidando recientes agravios, tanto verbales como de acción, tendría más sentido si fuera para hacer una alianza amplia, abarcadora, sin dejar fuera las demarcaciones importantes. Solo así tendría chance la oposición de ser competitiva frente a un oficialismo que, a estas alturas, nadie duda que está en primer lugar. El problema es que ha pasado tanto tiempo sin llegar a un acuerdo que hay muchos aspirantes lanzados al ruedo y ahora es difícil, por no decir imposible, que puedan ser desmontados. Aunque, como decía recientemente un sabio de la política en un ambiente de tertulia, la realidad es que es más fácil hacer alianzas de este tipo en plazas grandes, porque en las pequeñas, el aspirantes que es sacrificado es más proclive a mudarse a la acera contraria, aunque allá tampoco le garanticen la candidatura. En las grandes, es más difícil que eso ocurra. Sin embargo, ya se ha ido imponiendo, entre morados y verdes, la idea de que la alianza va, pero sin incluir a demarcaciones como el Distrito Nacional, la provincia Santo Domingo y Santiago.

Uno de los riesgos de la alianza

Si no pueden lograr el mejor escenario, que es una alianza completa, el PLD y la FP tratarán de ir unidos en varias demarcaciones, tanto en las elecciones municipales como en las legislativas. En cualquier caso, sea completa o parcial, la alianza tiene sus riesgos. En las municipales, el dos contra uno, donde se produzca, será una prueba para medir la fuerza de la oposición. Aunque no sea exactamente así, el resultado de febrero se verá como un adelanto de lo que ocurrirá en mayo. Si morados y verdes juntos, no superan o por lo menos alcanzan la del oficialismo, se interpretará como una especie de boletín para las elecciones presidenciales. Algo así como el boletín cero, pero en un contexto donde el cero sí tiene valor.

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