El PLD hace bien en dar respuestas pensadas, elaboradas y fundamentadas y sobre todo, institucionales, a temas como la reforma fiscal que en este caso fue truncada por el rechazo de la población. Una respuesta individual, como la que dio inicialmente uno de sus dirigentes, puede ser brillante, pero en cierto modo opaca la colectividad, y no suple el rol que le toca al partido morado como organización política opositora. En el caso de la Fuerza del Pueblo, los Fernández fueron proactivos, pero el hijo lo hizo mejor que el padre. El tres veces presidente, en su encuentro con la prensa, dedicó un buen tiempo a exponer por qué la propuesta del gobierno era mala, pero solo usó un par de minutos para plantear por dónde, a su juicio, debería andar la cosa. El joven senador aportó al debate, no solo con sus opiniones, sino que puso a economistas a tratar el tema en un diálogo organizado por su equipo. Lo más notable es que no era un panel de economistas “del partido”, sino que era bastante equilibrado. La diferencia de estilo se vio nuevamente cuando el presidente anunció el retiro del proyecto, y las lecturas fueron muy distintas. Uno se atribuyó el triunfo y el otro dijo que fue una victoria de la ciudadanía.
En el oficialismo
Ito Bisonó y Yayo Sanz Lovatón fueron de los que se tiraron arriba el tema de la reforma fiscal, cuando el proyecto aún estaba vivo, además de Jochy Vicente, que de funcionario de bajo perfil se convirtió en vocero que sorprendió a muchos con sus habilidades, aunque estaba vendiendo un producto que nunca gustó. Otra figura del oficialismo que jugó un rol determinante fue Alfredo Pacheco. Las vistas públicas fueron dirigidas personalmente por el presidente de la Cámara Baja que tuvo que imponer su liderazgo y usar sus dotes de conciliador. Claramente, el presidente de la Comisión de Hacienda no tiene el temperamento requerido para esa delicada misión.