El argumento a favor de la unificación de las elecciones es uno solo, aunque sea contundente: Es menos costoso montar un solo proceso electoral cada cuatro años, en el que se definan todos los cargos electivos. Un alegato simple, claro y, como se ha evidenciado, muy popular. Pero la fórmula tiene sus bemoles, y de eso casi nadie habla.

Cambio necesario

Al colocarse en agenda el tema de la reforma constitucional, era lógico que se incluyera la adopción de un modelo de elecciones distinto al que funciona actualmente. O eran separadas o unificadas, pero había que cambiar el esquema actual, que no es ni lo uno ni lo otro. De hecho, si bien es cierto que cada modelo tiene sus virtudes, el actual es el peor porque tiene las partes negativas de los otros dos.

Modelos conocidos

La ventaja de haber probado los dos modelos, el de las elecciones unificadas y el de los procesos separados, es que no habría que inventar nada, sino adoptar cualquiera de los dos, el más conveniente. Si se trata de reducir costos, no hay que darle vueltas al asunto, debido a que procedería unificarlas. Pero hay que considerar otros elementos.

Arrastre y complejidad

El arrastre tiene dos variantes, el que existía cuando un senador arrastraba a los diputados y el alcalde hacía lo mismo con los regidores, y el indirecto, que se da cuando una de las figuras a elegir, usualmente el candidato a la presidencia, beneficia con su popularidad a candidatos a otros niveles. Pero también ocurre que un partido que pasa por un buen momento arrastra candidatos que en otras coyunturas no saldrían electos. Eso tendrá un peso determinante en unas elecciones unificadas. Es posible que se dé el “winner takes all”, o sea, que el ganador se lleve la presidencia y la gran mayoría de cargos congresuales o municipales, con la agravante de que esa correlación de fuerzas se mantendrá por cuatro años. En el modelo de las elecciones separadas, hay chance de equilibrar las fuerzas. A todo esto hay que agregarle que para la Junta Central Electoral, el proceso sería más complejo, sobre todo la parte del escrutinio.

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