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En materia electoral, República Dominicana ha experimentado avances importantes en las reglas del juego que rigen los procesos de elecciones, pero algunos de esos logros han sido posteriormente cuestionados o hasta eliminados, no porque sean negativos, sino porque no han sido aprovechados y utilizados de la mejor manera, básicamente por elementos relacionados con la cultura política dominicana. El voto preferencial y la separación en el tiempo de elecciones por niveles son dos ejemplos de esos adelantos que muchos han visto como atrasos por el impacto que han tenido en la práctica.
El voto preferencial
El sistema del voto preferencial se estrenó en el 2002, específicamente para la elección de diputados, aunque se mantenía el arrastre en el nivel legislativo, ya que votar por un diputado significaba votar por el senador de ese mismo partido. Los defensores del voto preferencial, que son muchos más de los que hay ahora, alegaban que es un método más democrático y participativo porque permite al elector votar directamente por su candidato a diputado en la demarcación correspondiente. Luego de su aplicación comenzaron los cuestionamientos. El primer alegato es que causa luchas fratricidas, porque varios miembros de un mismo partido se disputan un escaño, lo que provoca fricciones aún mayores que las que se dan con adversarios externos. Lo segundo es que, como se ha visto en la práctica, en la competencia pesa mucho el dinero, y a veces gana el que tiene más. Y en ocasiones, se trata de dinero mal habido.