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La reforma constitucional que se realizó en el país producto del Pacto por la Democracia, para solucionar una grave crisis política, tenía tres puntos fundamentales, y hoy, solo uno de ellos sobrevive.
La no reelección
La prohibición de la reelección presidencial fue uno de los principales puntos de la reforma. Fue casi un exabrupto, porque en ese momento la reelección, supuestamente, era una de las causas de los males del país, sobre todo de las fallas institucionales. El problema es que se pasó de un extremo a otro. De reelección abierta, a la prohibición. Ocho años después, en el gobierno de Hipólito Mejía se reformó la Constitución para permitir un chance de repostulación presidencial. Aunque fueron cuestionables la intención y la forma, con el tiempo se ha demostrado que es el modelo más conveniente, y el que prefiere la mayoría.
Separación de elecciones
La separación de elecciones legislativas y municipales con las presidenciales fue una consecuencia del recorte del periodo a Joaquín Balaguer, pero a la vez se vendió como un hecho positivo que las elecciones locales se separaran de las presidenciales porque se acababa con el efecto del arrastre. Así se demostró en la práctica, y hoy que ese modelo ha cambiado algunos sectores plantean volver a implementarlo pero todo indica que se impondrán los que abogan por la unificación y que alegan que separar los comicios, además de que resultaría más caro, genera un proselitismo permanente.
La doble vuelta
El modelo de la doble vuelta para las elecciones presidenciales se ha mantenido, ha funcionado, y ya se han adaptado a él, tanto los actores políticos como los electores.
Es cierto que solo en un caso de ocho elecciones que se han realizado luego de establecido el esquema ha sido necesaria la realización de una segunda ronda. Pero esto es porque la tendencia de los electores es provocar un desenlace en la primera.
El modelo, sin dudas, ha dotado de mayor legitimidad a los gobiernos electos desde el 1996 hasta la fecha.