En todos los procesos electorales hay alianzas y se forman coaliciones, pero hay alianzas que han provocado más impacto y generado más revuelo que otras, por los partidos que las integran y por las coyunturas históricas en que se hacen. Algunas de ellas son exitosas y otras no. El Frente Patriótico y la alianza rosada son ejemplos de esos dos extremos. Es oportuno recordar esos casos, a propósito de que ahora se cocina una alianza entre tres de los partidos considerados mayoritarios, con la intención de derrotar al oficialismo.
El Frente Patriótico
El Frente Patriótico materializado en el 1996, tiene características muy especiales y una de ellas es que fue un acuerdo que recibió la bendición de dos de los principales líderes políticos de la época y de toda la historia, algo que es muy difícil que se pueda repetir. Los JB, Joaquín Balaguer y Juan Bosch, representaban dos segmentos muy distintos, y aunque aquí nunca las ideologías han sido lo determinante, se podía decir que eran el principal exponente de la derecha y el símbolo de lo más parecido a la izquierda. Fue un pacto de palabra, en el que no hubo que firmar nada ni depositar documento alguno ante la Junta Central Electoral porque fue un acuerdo para una segunda vuelta entre un partido ya descalificado, que sacó menos de un 15 por ciento de los votos en la primera ronda y otro que clasificó con cerca de un 39 por ciento. Hay un elemento que pudo haber sido clave en el éxito del acuerdo y es que no se trataba como otros que se han hecho posteriormente, de un reparto de candidaturas. Solo estaba en juego la presidencia y la vicepresidencia, y el PRSC, guiado por Balaguer, decidió apoyar al binomio Fernández. Cuando hay distribución de candidaturas, afloran los conflictos, cosa que no ocurrió en este caso. Otra razón del éxito del acuerdo es que rojos y morados combatían a un enemigo común que ninguno de los dos quería ver en el gobierno.