En un espacio de una semana y un día, se definieron dos aspectos esenciales, relacionados con el proceso electoral. El presidente Luis Abinader buscará la reelección, y la oposición irá aliada, parcialmente, a las elecciones. Casi todos esperaban lo primero, y con lo segundo, había más dudas. Tan natural era la repostulación del mandatario como extraña la unión de dos partidos, el PLD y Fuerza del Pueblo, que hasta hace poco eran uno solo, y rompieron por diferencias que parecían profundas, pero al parecer, ya han sido olvidadas. El anuncio se hizo ayer y el mérito se lo lleva Miguel Vargas, presidente del PRD, quien hizo una labor de mediación que, de seguro, si algún día se anima a compartir, daría para un libro.
La polarización
La alianza va más allá de las candidaturas comunes. El PLD y FP le dicen al electorado, para bien o para mal, que son lo mismo, la misma familia, el mismo colectivo. Es un mensaje fuerte y claro, que prevalecerá incluso en las demarcaciones donde no haya alianza. Es una apuesta que a ambos les puede traer beneficios e inconvenientes. Hay un resultado inmediato, claro, y es la imagen de polarización. Aunque sean tres actores principales los que estén compitiendo, para los electores, a partir de ahora, habrá dos opciones, básicamente: El oficialismo o la oposición.
Sin sorpresas
El presidente no sorprendió a sus opositores cuando anunció que se repostulaba. Pero tampoco la oposición sorprende, ni a él, ni al PRM, ni al Gobierno, cuando anuncia el acuerdo. No hay necesidad, para ninguno de los actores, de un “plan b”, porque ambos acontecimientos, la repostulación de Abinader y la alianza opositora, estaban en la agenda del contrario. Morados, verdes y blancos, tienen un discurso casi idéntico, y el mandatario es el elemento común, el receptor de las críticas, porque siempre han entendido que él va. En cuanto a Abinader, su mensaje del domingo 13 y el papel jugado por Milagros Ortiz Bosch, quien lo inscribió como precandidato, dicen algo de por dónde va la cosa.