Ella se casó enamorada. Después de un noviazgo relativamente largo, el matrimonio era lo esperado y tenían todo el futuro por delante. La otra, todavía no había sido concebida por sus padres.
La familia va creciendo, con el tiempo llegan los hijos, ella se ha dedicado en cuerpo y alma a educarlos dejando su vida en ello, mientras atiende a su marido y procura que esté bien alimentado y vestido para sus citas de negocios (esa chacabana de lino debe lucir impecable para impresionar a los clientes). Entiende que de eso depende el sostenimiento del hogar, por lo que procura que se mantenga concentrado y que los niños no lo importunen. La otra, ni siquiera había nacido.
Todos los sacrificios han dado sus frutos, en la casa están cubiertas las necesidades y los ingresos aumentan. Talvez ha descuidado un poco su figura y arreglo personal -por las secuelas de los partos- pero ha valido la pena para mantener el hogar unido. La otra está entrando a la primaria.
Los compromisos sociales son cada vez más frecuentes y no siempre puede asistir para acompañar a su marido porque debe estar atenta a los muchachos; mientras, la empresa va en ascenso. La otra ya cursa el bachillerato.
Aunque dispone de más tiempo porque sus hijos van creciendo, el marido le pone pretextos para salir solo, se resigna porque lo importante es que los negocios mantengan buen ritmo y no falte nada en la familia. La otra es menor que su hija del medio y entra a trabajar a la empresa sin mucho esfuerzo, dado que su apariencia es su mejor carta de presentación.
Ella se ocupa de economizar; aunque no tiene idea de las inversiones de su esposo, confía en su buen juicio porque tiene lo que necesita. La otra no escatima en derroche, cuenta con su belleza para atraer en la empresa, sobre todo, al dueño.
Ella nota que él está cada vez más distante y sus ausencias son más frecuentes, talvez el exceso de trabajo lo aleja de la familia, no lo quiere atosigar. La otra apuesta a sus atributos físicos porque sabe que no es una lumbrera, ha conseguido impresionar al jefe y le recibe gustosa costosos regalos. En una franca competencia desleal, mientras ella le trata al marido los problemas domésticos cotidianos, la otra es sinónimo de diversión, esparcimiento y lujuria.
Ella lo descubre y lo enfrenta, él le dice que es quien lleva el dinero a la casa y que no tiene derecho a reclamar porque nunca ha hecho NADA. La otra entiende merecer TODO porque goza del favor de la atención de él. ¡Cosas veredes Sancho!