Nuestro artículo previo comentaba sobre la importancia de armar un buen revolú en momentos cruciales. Esto me ha recordado un maravilloso libro titulado “Ella armo un revolú”, de la escritora inglesa Hannah Jewell. En él se reseña la vida de 100 mujeres que en el curso de la historia y alrededor del mundo, se atrevieron a enfrentar e intentar abolir estereotipos sexistas impuestos como resultado de los procesos de discriminación por sexo que sustentan las sociedades machistas.
Resume Jewell: “Estos son los nombres de mujeres que fueron demasiado valientes, demasiado brillantes, demasiado poco convencionales, demasiado políticas, demasiado pobres y que no fueron ni lo suficientemente refinadas, ni lo suficientemente blancas para ser reconocidas por sus contemporáneos. En este mundo repleto de sexismo, a veces no sabemos ni qué hacer para levantarnos el ánimo. He aquí una sugerencia: ¿Qué tal aprovechar este momento histórico para analizar la vida de todas esas mujeres embromonas que nos precedieron? ¿Qué nos pueden enseñar ellas sobre como armar nuestros propios revolús?”
Entre tantas revoltosas, no es por casualidad que la sección que más llamó mi atención se titula: ‘Mujeres que escribieron sobre temas peligrosos’. Aprendemos que, históricamente, ser escritora requiere, casi por definición, que las mujeres tiremos por la borda todo el proceso de socialización que nos enseñan desde chiquitas acerca de cómo ser una niña buena.
Por ejemplo, en este libro aprendí sobre la haitiana Marie Chauvet, nacida en el año 1916 dentro de la elite de raza mixta en Puerto Príncipe. Interesada por la literatura, escribió sobre temas sociales que analizaban los ejes opresores del sexo, la raza y la clase económica. “Su trabajo criticaba tanto la corrupción de la sociedad elitista a la cual ella pertenecía, así como la brutalidad del gobierno que se le oponía. Es decir, ¡ella enojaba a todo el mundo!”, escribe Jewell.
En ‘Amor, cólera y locura’, escrito en el 1968, arremetió contra la violencia y el totalitarismo del régimen de Duvalier, lo cual representaba un peligro potencialmente mortal. “Griten hasta que se desgalillen si algún día llegan a leer este manuscrito. Llámenme loca, inmoral. Roséenme con todas las malapalabras inmundas si eso les hace felices, pero a mí ya nadie me vuelve a intimidar”, escribió.
Chauvet le envió su libro a la mismísima Simone de Beauvoir, quien lo remitió a una alta casa editora en París. Pero la familia de Chauvet estaba aterrada: el peligro para ella y su familia era real. Con la intención de proteger a toda la familia, su esposo la convenció de comprar ella misma todas las copias de su ‘Amor, cólera y locura’… y destruirlas.
Eventualmente, ella escribió sobre cosas menos conflictivas y también se divorció. Viviendo fuera, no volvió a hablar sobre aquel libro. Pero en secreto, la casa editora había guardado varias copias, aunque Marie Chauvet nunca se enteró. Murió en el 1973 y su libro volvió a ver la luz en el 2005.
Una escritora dominicana que me hubiese gustado encontrar en esta lista de pioneras intrépidas es a la muy reconocida poeta Aída Cartagena Portalatín. La también reconocida escritora dominicana Ylonka Nacidit-Perdomo, describe a su par como la intelectual dominicana del siglo XX más polifacética.
Abastecida de hechizos, como la describe Nacidit-Perdomo, la maestra instrumentaliza su poema ‘Estación de la tierra’ como un grito de sublevación, tal como probablemente en algún momento lo hicieron todas aquellas mujeres de mi libro preferido, cuando decidieron tomar el guión y pilotear sus propias vidas, no sin importar, sino a pesar del costo que conlleva ser una mujer que quiere asumir su derecho a la palabra y escribir sin miedo: “No creo que yo esté aquí demás. Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo”.