Los partidos políticos trabajan en pos de asegurar su presente y futuro en un sistema de partidos que debe contribuir con el fortalecimiento de la democracia dominicana, aunque no siempre es así.
Sin embargo, en ese deseo de asegurar su supervivencia sucede de todo, lo estamos viendo en estos días en los que la Junta Central Electoral (JCE), como órgano rector del proceso, ha establecido los plazos fatales.
Hay precandidatos que pululan de un lado a otro, tratando de agenciarse una posición a través de la cual esperan conquistar un poco del poder político que todos quieren.
Hay candidatos desechables, esos que sólo tienen dinero, que les ayuda en cada proceso a conquistar sus deseos, que van muy de la mano con asegurarse un puesto en alguno de los partidos mayoritarios, no importa el color. La cosa es estar y ser.
Y también hay partidos que tienen la misión de llenar sus boletas a como dé lugar, y eso los lleva a captar, incluso, individuos de dudosa reputación, que cuentan con la solvencia económica como para no ser un estorbo en la campaña, en la que los partidos no quieren invertir todo lo que se debe, porque hay otras inversiones más importantes.
Así como el que no quiere la cosa, va llegando al ejercicio político de todo, riferos, analfabetos funcionales, empresarios, sindicalistas, y no es que no tengan el derecho, puesto que la Constitución es clara, establece que todos los dominicanos, tenemos el mismo derecho a elegir y ser elegidos, mas debe existir algún filtro que permita escoger los candidatos que realmente nos merecemos.
Si no existe esa figura amparada en la ley electoral desde el ejercicio partidario, o no se cumple, pues deberá ser la sociedad la que ejerza su función inquisidora, esa que se mantiene viva en las redes sociales, en especial en el twitter, para de alguna manera saber escoger, tal y como hacen los agricultores cuando terminan la cosecha, al separar el trigo de la paja.
Hay candidatos que se convierten en corderos hasta tanto logren sus objetivos, ganar la posición, luego de ello, salen las garras, y las aplican sin vehemencia en contra de esos que juraron representar.
Estamos indefensos los electores, puesto que debemos votar por propuestas que son escogidas por otros, propuestas que no siempre nos representan y que se quedan cortas ante las necesidades que tiene la sociedad de hoy. El 2024 demostrará qué tan bien o mal estamos y si aprendimos de alguna manera la lección.