El camino hacia las elecciones del 5 de julio -al día de hoy- luce despejado. Se ha avanzado en los preparativos, se desarrolla una campaña motivando a votar en la que se destaca la observancia del protocolo de salud ante la pandemia y el apoyo previsto. Se han tomado muy interesantes iniciativas además en cuanto a procurar el voto de los de allá, los mismos que los de aquí.
Aún con lo valioso de los distintos aspectos comentados la Gerencia aconseja dos cosas muy simples pero de gran profundidad: conocer la realidad y anticipar o prever.
En cuanto a conocer la realidad la JCE no tiene necesidad de llegar al día de las elecciones sin antes tener un nivel de información lo más objetivo posible sobre el potencial de la participación electoral. Tomando precisamente de referencia a la pandemia son los presidentes que más se han apoyado en la Ciencia quienes más éxitos han tenido en la gestión de la COVID-19.
Así mismo la Ciencia dispone de recursos de la Matemática sobre todo de la Estadística Inferencial y las Probabilidades que han dado a las encuestas un enorme poder predictivo. De ahí que procede involucrar a firmas encuestadoras de gran prestigio para que midan los que podrían ser los distintos porcentajes probables de participación electoral y que sea esa una base, entre otras, para la propia organización de las elecciones y las campañas a implementar. Lo dicho corresponde a conocer la realidad de las perspectivas electorales al menos sobre la potencial participación electoral.
En cuanto a prever o anticipar, hasta el final o “la hora cero” no es sensato y menos aún inteligente descartar totalmente que se pudiesen presentar tales niveles de dificultades que impidan la realización de las elecciones antes del 16 de agosto; preocupación que se ha expresado en forma amplia y con todos los matices. Cada día se ve como menos probable ese escenario, pero no descartable aún.
Si el Estado hoy dispone de un Tribunal Constitucional y tomando en cuenta de acuerdo a lo que entendemos que ya ha sido inquirido formalmente, es más que su deber, su obligación, pronunciarse al respecto.
Aunque un pronunciamiento del Tribunal Constitucional no sean fielmente aceptado ni asimilado, pasaría a ser al menos un punto de partida para que en ese hoy poco probable escenario y sobre todo con suficiente antelación, se pueda procurar un consenso tal que evite la torpe gestión de un ingrediente que podría devenir en una gran crisis política.
Que hable el Tribunal Constitucional. Dirigir es anticipar, dirigir es prever.