La cancelación de las elecciones municipales el domingo 16 del presente mes a las 11:11 a.m. de ese mismo día de su convocatoria, es un hecho muy grave. En lo social, por cuanto traiciona la confianza de millones de ciudadanas y ciudadanos que han creído en las elecciones como la vía más idónea para dirimir las diferencias políticas. En lo económico por cuanto potencialmente tiene impactos negativos en el crecimiento y estabilidad del país, y en lo financiero, pues se han perdido miles de millones de pesos. Es muy grave también en lo político por cuanto introduce elementos de real intranquilidad creando un ambiente perturbador, a la más que necesaria, imprescindible estabilidad política.
Es justo decir que en menos de 72 horas se había puesto una nueva fecha- ahora el domingo 15 de marzo -a 19 días- aceptada y por lo tanto legitimada por los partidos políticos reconocidos ante la Junta Central Electoral –JCE- y ante la cual hicieron importantes propuestas y sugerencias en una reunión formal con su pleno. También en menos de 72 horas en un discurso ante la nación el Presidente de la República expresó su compromiso con el orden constitucional, la salida democrática y por tanto el respaldo al proceso electoral y sus instancias y bases legales-institucionales. En no más de 24 horas adicionales la Organización de Estados Americanos-OEA- ante solicitudes de muy alto grado de consenso entre las que se destacan la de la propia JCE, Presidencia de la República y los partidos políticos, acepta asumir la investigación sobre las causas que provocaron la cancelación de las elecciones municipales, un aspecto central y de extraordinaria importancia para la imprescindible credibilidad del proceso electoral en curso, sobre todo en cuanto a sus resultados y más aún la sanción ejemplar a los responsables intencionales o no de los hechos acaecidos.
Sin duda, lo más trascendente es cómo tan difícil situación ha puesto en evidencia qué tanto ha avanzado la sociedad dominicana en su elevado civismo, en la profunda valoración de la paz y la convivencia civilizada, dando un gran ejemplo al mundo en sus tan pacíficas manifestaciones de protestas y en el normal desenvolvimiento de la vida cotidiana; pero que no sean los principales actores institucionales y políticos como generalmente acontece quienes provoquen que esa grave situación que ya tiene definido un preciso cauce electoral como única salida, se salga de las vías de solución ya encontradas.
Si aún no lo es, puede sí convertirse en una crisis social, económica y política de devastadoras consecuencias. ¡El riesgo es alto aún! ¡Mucho cuidado!