Aunque Francis Fukuyama escribió -década de los 90- que las ideologías habían muerto, lo referentes o paradigmas político-ideológicos-electorales en nuestro país, de alguna forma, seguían siendo Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez desde unos liderazgos conservadores, liberales, caudillistas, progresistas y socialdemócratas -Balaguer; trujillista-ecléctico-enigmático-, Bosch, progresista-liberal; aunque en el análisis-ensayo (socio-histórico) marxista; y Peña-Gómez, socialdemócrata; o más propiamente, liberal-populista-.
Esos liderazgos políticos-electorales e ideológicos eran los hegemónicos -hasta 1996- cuando; de alguna manera, se inició el relevo político-generacional de ellos y otra camada de líderes los reemplazó y recayó en el PLD -por una serie de razones de formación política y doctrinaria- la mejor y más exitosa transición tras la desaparición de su líder histórico.
Pero no es de esa transición o relevo político-generacional -abordado ya otras veces- que trata este artículo, sino de cómo el nuevo transfuguismo, renuncia o mudanza de bandería partidaria se viene expresando y justificando que, en su momento embrionario, era un simple y abierto salto o brinco de coyuntura electoral o de oferta en el organigrama estatal de los poderes públicos -Balaguer fue, en ese renglón, el que más explotó (por su dilatado ejercicio en el poder), en la práctica, esa debilidad sociopolítica o subdesarrollo político-cultural de nuestra pequeña burguesía (Los carpinteros); aunque su mejor estudioso científico-sociológico fue Bosch (Composición social dominicana)-.
Sin embargo, y en una suerte de teoría risible, una legión de tránsfugas y renunciantes de partidos, de tres años hacia acá, les han querido dar sustento conceptual a sus malabares políticos-ideológicos; o más bien, brincos políticos pequeño burgueses, bajo el amparo de una serie de sofismas de “chupe usted y déjeme el cabo” que van desde la perorata abandono de “principios fundacionales”, “doctrinario” o de última cosecha “…que la ideología se ha perdido….” (amnesia o qué); pero ninguna de la categoría-elaboración-política-conceptual- o altura-autoridad ética-doctrinaria-intelectual y certeza sociológica “cumplió su papel histórico” (Bosch-1973).
Y el fenómeno, de nuevo cuño, es curioso, pues esos dirigentes o líderes renunciantes, en mayoría -o no pocos-, recorrieron todo el organigrama estatal e hicieron -algunos- “acumulación rápida de riquezas” o se hicieron figuras sin reparar en pruritos ideológicos; y más bien actuaron como actores políticos de derecha mientras disfrutaron del poder aunque, en algunos casos, obviando ser auténticos “comunistas” o “socialistas” de derecha. Vaya “arroz con mango” que se hace menos creíble cuando llegan o hacen parada técnica en la ultraderecha, ocultan rivalidades de celos políticos-generacionales; o aúpan al “último caudillo ilustrado”. Y no es que queramos hacer críticas gratuitas o alegres sobre el fenómeno; pero, ¡por Dios!, no mientan tanto en sus piruetas político-electorales o de coyuntura y sólo miren el caso -doble estándar práctico-ideológico- de China: hacia dentro -para consumo nacional- comunista o partido único-dictadura y para afuera de libre mercado o capitalismo geopolítico-comercial y de expansión o influencia política-cultural.