El profesor Pedro H. Castillo es oriundo de Sánchez, provincia Samaná, de origen humilde, hijo de una familia campesina, honesta y fraternal. Realizó sus estudios primarios y secundarios en Sánchez, su patria chica y para poder sobrevivir encaminó sus diligencias para enrolarse en las filas del Magisterio Nacional. Recibió la ayuda de la Secretaria de la Inspección de Educación doña Marina Balaguer, que aunque prima muy cercana del Dr. Joaquín Balaguer, expresidente Constitucional de la República, mantuvo una envidiable humildad. Obtuvo su designación como maestro de primaria en la Escuela Primaria de la Majagua, municipio de Sánchez.
Para superarse en la actividad docente obtuvo una beca en la Escuela Normal Rural “Teodoro Henequen”, de Licey al Medio, provincia Santiago, y en las vacaciones de verano se dedicaba a la actividad agrícola echando días, para con los recursos ganados, comprar los materiales de estudios que la beca no le cubría.
Al graduarse de maestro normal rural fue designado en la Escuela Rural de Los Naranjitos, municipio de Sánchez.
Al apreciar su calidad humana y su permanente superación, me tocó designarlo como Supervisor de Educación de Adultos en Jarabacoa, a cuyo municipio solo enviaba los educadores que reunían condiciones educativas y personales valiosas, y porque en este mismo municipio llegué a los 22 años de edad como Inspector de Educación en 1957; luego contraje matrimonio con mi única Esperanza, con la que llevo 58 años de feliz unión matrimonial.
De Jarabacoa lo designé como Técnico en Educación de Adultos, de cuya Dirección General era el titular, y por su buen comportamiento lo envié al Crefal de México, a Venezuela y a Colombia donde realizó estudios en el área de Educación de Adultos, rindiendo excelente labor en dicho cargo.
Al cumplir los años reglamentarios fue premiado con una modesta jubilación y alquiló una pieza en la avenida 27 de Febrero, localizada entre la Escuela Perú y el Puente Duarte y sin precipitarse comenzó a impartir cursos técnicos de corta duración como cajero, mecanógrafo, repostería, costura, belleza, pedicure, manicure, plomería, electricidad y otros más, tan útiles y necesarios en esta época en que las instituciones de educación superior están preparando profesionales que superaran la demanda nacional.
En una ocasión conversaba con el reverendo padre Catalino Tejada, párroco de Jesús Maestro y hoy párroco de la iglesia El Buen Pastor del Ensanche Evaristo Morales, y al hablarle del Centro de Estudios Técnicos “José Reyes”, me manifestó con alegría “pero en ese centro yo estudié mecanografía”.
Su preparación ha sido tan amplia que se graduó “Magna Cum Laude”, en nuestra querida UNPHU como Licenciado en Ciencias de la Educación.
Castillo ha creado un excelente centro para la post alfabetización del adulto y a esta fecha por ahí han pasado más de 140 mil adultos aprendiendo cursos técnicos que les permiten insertarse en el mercado de trabajo.
Por otra parte, no puedo dejar de mencionar que el profesor Castillo es autor de más de 15 obras con temas importantes y sugestivos, entre los cuales cabe destacar los siguientes:
1.- “El punto de partida de Ricardito”, que para mí no es más que la historia de su propia vida, escrita en uno de los géneros más difíciles para los escritores, como es “la novela”;
2.- “José es un buen ciudadano”, que viene a ser un material didáctico de características andragógicas de lectura complementaria, dirigido a adultos neolectores o lectores no experimentados.
3.- “Nociones de lenguaje”, que es un texto educativo dirigido a participantes de educación de adultos;
4.- “Discordia por la riqueza y la plenitud”: es un libro donde se trata de estimular el desarrollo de los valores individuales y el crecimiento humano utilizando los propios recursos que todo hombre lleva intrínsecamente. Narrado en forma de novela, presenta la necesidad de reorientar la educación actual para formar ciudadanos íntegros y equilibrados.
5.- “El largo camino de Alfonso”, que es su libro escrito recientemente y que tiene como propósito tratar de que la juventud se involucre en proyectos propios, aprendiendo a disciplinarse y a crecer y servir para alcanzar propósitos firmes.
Finalmente, debo opinar que estas modalidades educativas, formal y no formal para la capacitación de adultos, deben seguir desarrollándose para mejorar la calidad de vida de millones de dominicanos que desertan de los programas regulares de la educación escolarizada, con pocas alternativas de integración social, tal como lo impulsamos en décadas pasadas, cuando me desempeñé como Ministro de Educación. En esta labor, el Centro de Estudios José Reyes y su fundador el profesor Pedro H. Castillo me prestaron, y siguen prestando, un gran aporte para el auge y el desarrollo de la educación nacional y mundial.