Digámoslo sin tapujo -suceda lo que suceda-: el Presidente Danilo Medina ha devenido en el líder demócrata decisorio del espectro político-electoral nacional. Quizás, post-Trujillo, solo Joaquín Balaguer jugó y detentó ese rol-liderazgo en la política nacional (aunque -1966-78- como déspota-tramposo). Y eso que del actual Presidente, se dijo, falsamente, que no tenía carisma ni empatía. Sin embargo, bastó un cuatrienio de realizaciones históricas -2012-2016- para que el país hiciera de él el Presidente más votado históricamente: en el 2016, ¡obtuvo casi un 62% de los votos en elecciones libérrimas…!
Hoy, no sólo su partido pende de su decisión -de procurar rehabilitarse, o no-, sino, también, la oposición que, en increíble infantilismo político o, incapacidad para construir “mayoría electoral”, ha centrado su estrategia -de llegar al poder- en un imaginario.
Obvian, también, que, además de hacerse “realidad” ese imaginario –que el PLD se divida-, deberán superar, en simpatía nacional, lo que todas las encuestas de crédito han registrado: que el PLD casi dobla en posicionamiento electoral y preferencia ciudadana al PRM que, de paso, no es, siquiera, una realidad política-electoral nacional.
Y, como si fuera poco, el fenómeno político-electoral Danilo Medina, es un caso atípico en la historia política del país, pues es un Presidente que ha inaugurado una pedagogía-política y de gestión pública centrada en una filosofía de cercanía a la gente y gerencia efectiva en la solución de problemas cotidianos y de mediano plazo; sin dejar, por ello, que su obra de gobierno trascienda más allá (legado-histórico): construcción de viviendas, carreteras, teleféricos, metros y escuelas, mejoras de servicios públicos, 9.1.1, Visita Sorpresa, avance hacia una cobertura universal de salud, tandas extendidas, estancias infantiles, casas de albergue para víctimas de violencia intrafamiliar, política de reactivación de la producción agrícola y agroindustrial, política de crédito y financiamiento estatal a pequeños y medianos productores, gobierno digital-abierto, titulación de tierras y de bienes inmuebles, fomento al emprendurismo, políticas de inclusión social, de incentivo y promoción del turismo, de captación de inversión extrajera y una Política Exterior centrada en la promoción de la producción nacional y de aprovechar las oportunidades comerciales y de posicionamiento internacional del país, a partir de su pujante economía, liderazgo regional y ubicación geográfica.
En fin, que lograr que las mayorías nacionales no valoren, altísimamente, a un Presidente de ese perfil y obra de gobierno, resulta cuesta arriba. Y más aún, si la oposición no prende ni es garantía de mejoría ciudadana, y si encima –sobre los demás liderazgos-: unos perdieron la perspectiva política; y otros, de menos relevancia, ni siquiera aparecen en las encuestas.
Entonces, gran desafío-dilema para un demócrata Presidente.