El Banco Central (BC) publicó la semana pasada un escrito denominado “Aclaraciones sobre Deuda Cuasifiscal”, donde resalta “los logros alcanzados en la solución de dicha problemática”, se opone al traspaso de la deuda del BC al Ministerio de Hacienda, justifica la mayor tasa de interés que paga sobre su deuda, y señala que el pecado original que dio lugar a esta problemática fue el “fallido manejo monetario de la crisis bancaria del 2003.”
El BC indica que entre los logros alcanzados están la reducción de la tasa de interés que paga sobre su deuda y la del déficit cuasi fiscal. El BC parece olvidar un concepto que nos enseñan en el primer curso de Teoría y Política Monetaria: lo importante no es la tasa de interés nominal sino la tasa de interés real. Indica que en el 2004 estaba pagando una tasa de interés nominal de 60%, y que actualmente ha logrado bajarla a cerca del 13% como promedio ponderado. La inflación promedio en el período enero-junio del 2004 fue de 60.5%. En consecuencia, si en ese momento el BC pagaba una tasa nominal de 60%, la tasa real pagada era negativa en 0.5%. Es cierto lo que dice el BC en el sentido que ha logrado bajar su tasa nominal a cerca del 13%. En el 2016, por ejemplo, los intereses pagados como % del saldo a final de año de la deuda del BC, alcanzaron el 13.3%. Dado que la inflación fue de 1.7%, la tasa de interés real pagada por el BC fue de 11.6%, la más alta pagada entre todos los bancos centrales del mundo.
Tomemos de nuevo el caso de México, que transfirió en 1999 a una dependencia de Hacienda, el IPAB, la deuda originada por la crisis bancaria del 1995. La tasa de interés nominal promedio pagada por el IPAB ha oscilado entre 3.7% y 8.5% en el período 2006-2016. En ese mismo período, la del BCRD ha oscilado entre 13.3% y 18.2%. Cuando deducimos la inflación, tenemos que la tasa de interés real pagada por el IPAB en México ha oscilado entre 0.07% y 4.44%, con un promedio de 1.7%; la del BCRD ha oscilado entre 7.85% y 13.21%, con un promedio de 10.7%.
Es esa abultada tasa de interés real pagada por nuestro BC, motivada por la obsesión con un tipo de cambio que debe pedir permiso a la Autoridad Monetaria antes de moverse, el factor clave que explica el por qué mientras en México han logrado reducir la deuda generada por la crisis bancaria de 11.6% del PIB en 1999 a 4.2% en el 2016, en nuestro caso, la deuda del BC generada por la crisis bancaria del 2003-2004 ha subido de 11.5% en el 2004 a 14.9% en el 2017. Esto a pesar de que en México, el PIB nominal, que no es calculado por su BC, apenas subió 89% entre 2006 y 2016 mientras que el nuestro, calculado por nuestro BC, subió 182% entre 2006 y 2017.
Mientras la deuda bruta del IPAB, medida en pesos mexicanos corrientes, ha subido en 35.5% entre el 2006 y el 2017, la de nuestro BC ha aumentado en 225.7%. ¿Puede haber alguien en el Planeta que califique ese resultado como un “logro” de nuestro BC? Si. ¿Quién? Nuestro BC.
Una ventaja que ha tenido nuestro BC y no el IPAB, es que el primero, en adición a los aportes presupuestarios que ha devengado del Gobierno, ha retenido los ingresos del señoreaje que debieron haber sido transferidos, como hacen los bancos centrales del mundo civilizado, al Tesoro Nacional. Entre el 2003 y el 2016 estos ingresos ascendieron a RD$161,370 millones, equivalente a un promedio ponderado anual de 0.6% del PIB. Así, mientras el IPAB ha recibido un aporte anual promedio del Gobierno de 0.22% del PIB en el 1999-2016, el BCRD ha recibido 1.25%, cuando se incluyen los ingresos del señoreaje retenido.
En un artículo que publiqué el 16 de mayo del 2016, abordando el tema de los ingresos del señoreaje, señalé que “cuando el banco central emite dinero, crea un pasivo libre del pago de intereses. Dado que el dinero emitido permite al banco central ‘comprar’ activos que si devengan intereses, como son los títulos de deuda gubernamental en poder del resto del sistema bancario (mercado secundario), el banco central termina recibiendo un ingreso por intereses que se convierte, una vez deduce el costo de producción de los billetes, en un beneficio.” El Banco de Inglaterra, el Banco de la Reserva Federal de los EE UU y los bancos centrales nacionales de los países de la Eurozona transfieren ese beneficio al Tesoro.
Aquí, nuestro BC, ni los registra, ni los declara, ni los transfiere. No estamos hablando de un par de pesos. En el 2017, por ejemplo, el monto total de los ingresos del señoreaje llegará a RD$14,221 millones. ¿Qué quiere decir lo anterior? Que el BCRD, al no incorporar en sus estados financieros los ingresos del señoreaje que ha estado reteniendo, ha sobreestimado el déficit cuasifiscal. En el 2004, por ejemplo, el BCRD señala que el déficit cuasi fiscal fue de RD$34,747 millones. Ese cálculo es incorrecto. El nivel verdadero del déficit cuasifiscal ese año fue RD$11,902 millones una vez se deducen los ingresos del señoreaje que el BCRD retuvo y no reportó a Hacienda. Es fundamental que cuando se vaya a traspasar a Hacienda la deuda del BCRD, la única solución real al problema, hay que asentar retroactivamente todos los ingresos del señoreaje y reconstruir los estados financieros del BC, lo que permitirá cancelar títulos de deuda gubernamental en poder del BC.
Finalmente, el pecado original. Es cierto que el BC cometió un pecado mortal cuando pagó en efectivo a una gran cantidad de depositantes de los bancos colapsados en el 2003-2004, cuando lo correcto, como recomendé junto con Jaime Aristy Escuder a la Autoridad Monetaria en el 2013, era pagar con certificados financieros a diferentes plazos, y con una tasa máxima de 18%. Jaime y yo advertimos que pagar en efectivo desencadenaría una inflación galopante y una hiper-devaluación. Así fue.
Ese, sin embargo, no fue el pecado original. Ese calificativo hay que reservarlo a las decisiones que tomó la Autoridad Monetaria cuando otorgó a empresarios que no sabían un “carajo” de banca, licencias para operar bancos. ¿Pecado original? Si, cuando en 1985 se autorizó que el Royal fuese adquirido por Bancomercio y luego, en 1996, cuando se rechazó que Citibank adquiriese Bancomercio para permitir que Baninter, que desde 1989 había creado el sistema del “Interbanco”, lo asumiese. Los Adanes y las Evas, como vemos, fueron tentados antes, mucho antes.