Jorge Mario Bergoglio –el papa Francisco- ha sido, desde su investidura -marzo de 2013-, un papa que ha removido los cimientos “fácticos”-histórico de la Iglesia Católica al prohijar una mirada profunda, critica y humana a toda una liturgia de encubrimientos y maridaje con el poder universal que le ha ganado ojeriza, incluso, de ciertas instancias jerárquicas-eclesiales bien enclavadas en el Estado-Vaticano. Pero Francisco, ha sabido llevar su cruz y mirar a creyentes católicos, ateos y de otras denominaciones religiosas como criaturas de Dios, yendo más allá: denunciando abuso, haciendo triza de liturgias-rémoras y pidiendo perdón por los extravíos de la Iglesia Católica (con énfasis en curas pedófilos y falsos hábitos).
Y ha sido ese mismo papa, en un encuentro reciente con periodistas extranjeros, el que ha puesto el dedo en la llaga ante un fenómeno histórico-universal, ¡nada nuevo!, que toca el ejercicio de una profesión –la de periodista o comunicador- en sus mismas entrañas deontológicas: “…ofrecer el buen pan de la verdad”, precisamente en la era del Internet, las redes sociales y las noticas falsas; para resaltar que “La libertad requiere valor”. Sin embargo, algunos, en nuestro país, han resaltado, de ese encuentro-llamado, una sola cara de una moneda que tiene anverso y reverso (aunque para ellos no): que los periodistas no sean “Los megáfono de quienes gritan más fuerte”, vale decir, bocinas al servicio del poder. Pero resulta que, en nuestro país; y de seguro que en otros también, el fenómeno o vocablo-epíteto “bocina” no está referido solamente a aquel periodista, comunicador o “enganchado” que hace de “megáfono” de los poderes públicos y fácticos, sino también de aquellos que, disfrazados de “hacedores de opinión pública” hacen oposición política y cuando no, como bien radiografió el extinto don Rafael Molina Morillo, de políticos “de la secreta”. Esas voces periodísticas –seudos “independientes”-, también, son “bocinas” y no de gratis.
De modo que el fenómeno de las bocinas –que es de doble vía-, es de tal magnitud -política-mediática-electoral- en nuestro país, que, incluso ciertas conspicuas bocinas –entre ellos premios nacionales de periodismo- han corrido interregnos-históricos, campañas de partidos “mayoritarios”-oposicionistas, de líderes y de oligopolios periodísticos-empresariales bajo el cliché de periodismo “plural-independiente” ; y, de paso, “colgar el san benito” a sus pares periodistas (contrarios) como si no fueran, también, miembros-integrantes del mismo rentable negocio. A ello se suman, también, “conspicuos” intelectuales depositarios, se creen ellos, de la verdad absoluta y predicar el santo rosario de lo ético-filosófico, al compás de su frase de conjuro: “!Este país se jodió!”.
Porque en nuestro país –y, ¡por favor!, no miremos hacia un solo lado-, las bocinas “están en todas partes”.