Olvidemos por un momento, por difícil que sea, que vivimos en un mundo de emergencia fruto de una pandemia y nos vamos a la economía anterior a la pandemia. Luego conectamos con basura.
Somos un país que exhibe un producto interno bruto por encima del promedio de la región, hemos llegado a decir que sólo China nos supera.

Una red de carreteras que nuestros vecinos envidian y que pueden ser superiores a las de algunos estados del gran vecino del norte.

Somos una de las atracciones turísticas más codiciadas, playas espectaculares, amabilidad, precios competitivos y facilidades aeroportuarias.

Nos paseamos por nuestras grandes y arboladas avenidas, torres impresionantes, plazas al nivel de países desarrollados, vehículos de todo lujo, restaurantes con cocinas internacionales; tenemos congresistas que les pagamos para que repartan dinero porque nos sobra mucho; aportamos un 4% para la educación, muy por encima de lo que otros países pueden, aun a pesar de los esfuerzos del sector público y privado no vemos los resultados a nivel de pruebas regionales.

Esta introducción es para tener claro que no es por falta de recursos que no hemos podido resolver el problema de la basura.
La Iglesia no podía tener más razón al pedir “a los alcaldes juramentados recientemente a ser eficientes, honestos, y actuar como estadistas y no como mercaderes de la política”.

La base de un país son sus municipalidades y, desgraciadamente, la mayoría se han convertido, como muchas instituciones públicas, en fuentes de empleo, compra de vehículos, irrespeto al presupuesto participativo; olvidando que su principal misión, los servicios a los munícipes, que cada cuatro años, con honrosas y muy buenas excepciones, esperan a las próximas elecciones con una esperanza de algo mejor que nunca llega.

Cuando estaba en CDEEE, una empresa norteamericana, representada por mi buena amiga Marisol Vicens, trató infructuosamente de instalar seis plantas de energía, cuyo combustible era la basura. Fracasó, como todos los intentos de organizar la basura.

Más recientemente, Mitchell Van Heyningen, con un proyecto muy interesante para la utilización de basura en San Pedro de Macorís, ha tenido que dar más vueltas que un trompo, expresión que seguramente tendrán que traducirle, con un proyecto aprobado y que de acuerdo con lo que me ha explicado, la Embajada de los Estados Unidos lo considera como un modelo para la región.

Terminó el proceso de licitación de la basura, las aprobaciones de la Comisión Nacional de Energía (CNE), aún no le prueban el contrato de compra de energía (PPA) por sus siglas en inglés, lo cual, de acuerdo con la ley, es obligatorio en el caso de fuentes de energías renovables. Esta más que renovable, elimina la contaminación de la basura, que en nuestro país se ha convertido en una nueva forma de pandemia.

Es increíble que luego de describir el país que tenemos, la basura aún sea un problema que no hayamos podido resolver. ¿Es que el negocio es tan grande, que impide tomar decisiones que no sigan afectando la salud de todos?

En estos días, hemos visto Duquesa y Haina de nuevo con sus fuegos contaminantes, que parece que a nadie importa, salvo a los que nos fumamos los gases extremadamente tóxicos. En mi caso específico, me fumo Duquesa en las horas de estar en la casa y luego en el trabajo, me fumo el de Haina.

¿Cuál es el poder detrás de la basura que un país no se levante a pedir una solución? No creo que sean los alcaldes solos, los que si están solos son los que deben acostarse y levantare con problemas respiratorios que pueden causar la muerte en cualquier momento y mucho más ahora.

¿Cuál es el poder de una empresa, que según he leído la multan y no pagan, que ha irrespetado a los alcaldes con los horarios de acceso a los camiones y no se hace nada?

Es cierto que, de las alcaldías, la única que paga a tiempo es la del Distrito Nacional, pero esto no es razón para asfixiar a una población que dice vivir en un país de alto crecimiento.

Los incendios en los basureros, sobre todo en los nuestros, que no tienen ningún tratamiento científico, se producen porque la basura en descomposición genera gas metano. Muchas veces, los incendios se dan por la combinación de calor, oxígeno y el gas metano. Otras son intencionales, como me contó una vez un alcalde, que lo hacían en época de elecciones municipales, las cuales aquí ya pasaron.

El año pasado, con motivo de un importante evento familiar, viajé a El Salvador y recibí la gentil invitación de AES para visitar su planta que genera electricidad con el gas metano de un basurero en extensión mayor que Duquesa. Recorrimos la planta, toda el área de depósito de desechos y no había olores ni contaminación. Preciosa instalación, que felicito a los amigos de AES.

¿Por qué aquí, que no hemos tenido guerrillas, maras, no podemos hacer algo igual? ¿Es que algunos alcaldes son peores que ambas situaciones sufridas por los hermanos salvadoreños?

Mientras la basura la manejen las alcaldías estaremos perdidos.
Mientras sea el negocio de unas empresas que no acatan leyes, estamos perdidos. Las alcaldías no tienen los recueros suficientes y se pelean por los contratos que deja el pago de toneladas de recogida de basura.

Hagamos una alianza pública-privada, que el mayor lucro sea acabar con la maldita contaminación que debemos soportar los dominicanos y extranjeros que nos visitan y que los beneficios de esta operación se distribuya en las áreas de la salud que tanto necesitan de recursos ahora y siempre.

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