Hay un enorme caudal de coincidencias entre las extremas del espectro político. Las diferencias ideológicas son apenas el ropaje con que las izquierdas se distancian de las derechas, pero en esencia vienen a ser lo mismo.
Qué hace diferente, por ejemplo, a Stalin de Hitler, si ambos incurrieron en los mismos crímenes y en idénticas barbaridades contra la humanidad y sus propios pueblos. Los asesinos en masa de judíos en los hornos crematorios de los campos de concentración diseminados por todo el territorio europeo ocupado por el nazismo, no fueron en nada distintos a los del genocidio de campesinos rusos durante el proceso de colectivización de finales de la década de los años 20 y comienzo de la siguiente, cuando el dictador georgiano sentaba las bases de su poder absoluto en la Unión Soviética.
En su contenido totalitario, fascismo y comunismo son similares. Benito Mussolini fue inicialmente un dirigente y militante socialista. Sus primeros pasos como periodista, actividad en la que llegó a destacarse dentro de su carrera hacia el poder total italiano, los dio en el periódico .Avanti., órgano y vocero del Partido Socialista.
Militó en esa organización hasta unos cuantos años antes de su asalto al poder, tras la marcha de los “camisas negras” a Roma, desde todos los confines de Italia.
El sobrenombre de Duce (líder), equivalente al .Fuherer alemán, lo obtuvo no como fascista sino como socialista, después de haber cumplido una prisión de varios años en la cárcel de Forli, por actividades de izquierda.
La fundación del Partido Fascista Italiano tuvo lugar a finales de la segunda década del siglo pasado, tres años antes de su designación como Primer Ministro, cuando el gobierno de Facta, un débil y corrupto político liberal, entregó su renuncia al rey Víctor Manuel, acosado por el empuje de las fuerzas fascistas y el descalabro de las instituciones italianas.
Mussolini fundamentó su fuerza política que lo llevó al poder a través de su actividad como editor del periódico II Popolo, de tendencia derechista, fundado luego de su expulsión de las filas socialistas. En esencia, la tónica y el lenguaje de este vocero del fascismo naciente eran las mismas que Mussolini había impregnado a las páginas de Avanti., durante su larga militancia socialista.
Su vida como socialista concluyó en cierta manera bajo condiciones circunstanciales, no por diferencias de carácter puramente ideológicas. Mussolini entró en contradicción con los demás líderes del Partido Socialista por diferencias de enfoque sobre la participación de Italia en la guerra.
El Duce había firmado, junto con los demás miembros de la jerarquía de la organización, un documento oponiéndose a la entrada del país en el conflicto. Sin embargo, en forma unilateral redactó después un enérgico y extenso editorial en Avanti en términos completamente diferentes, exponiendo puntos de vistas favorables a que los italianos tomaran parte en la guerra. Esta acción de Mussolini muy a tono con su temperamento individualista, desató una crisis en el partido, que terminó expulsándole deshonrosamente en un congreso en el que apenas se le permitió hablar.
Mussolini no necesitó un lavado de cerebro, ni una transformación para convertirse de un líder de izquierda, el Duce de los socialistas, en el creador y jefe indiscutible del fascismo. A los tres años de ese cambio, a finales de octubre de 1922, se convertía en ¨Primer Ministro de Italia, dando así comienzo a una de las etapas más negras y violentas de la nación europea.