La liberación femenina se anotaba frecuentemente como uno de los objetivos de la revolución marxista, pero sucedía que con excepción del derecho al trabajo rudo era poco lo que esta sociedad proporcionaba a las mujeres que no hubieran conseguido ya en otros países.
Muchas de las restricciones y prejuicios del absolutismo zarista contra el sexo femenino se mantuvieron durante todo el período stalinista e inclusive sobrevivieron a él. Fue con Nikita Kruschov, defenestrado en 1964, cuando por primera vez una mujer desempeñó funciones de importancia en el régimen soviético. El ascenso de Ekaterina Furtseva al Comité Central y luego al círculo exclusivo del Politburó fue casi único en la historia de la revolución bolchevique.
Kruschov se sentía personalmente agradecido de los servicios de Furtseva, quien había contribuido a frustrar un complot en su contra en los años siguientes al inicio del período de desestalinización que siguió a su informe secreto ante el XX Congreso del Partido Comunista, en el que denunció los crímenes del dictador georgiano. Ni siquiera la Krupskaia, la inseparable y fiel compañera de Lenin, había alcanzado sitiales tan encumbrados en la jerarquía soviética.
Como ministra de Cultura fue responsable de las campañas de persecución contra artistas e intelectuales, las cuales recrudecieron tras la caída de su protector. Breznev recelaba de la Furtseva pero no actuó contra ella hasta mediados de la década de los 70. El pretexto fue el uso por parte de la ministra de Cultura de fondos y materiales del Estado en la construcción de una dacha en las afueras de Moscú, por lo que fue acusada de corrupción y luego destituida.
La mujer más importante de la Unión Soviética terminó suicidándose, pero la historia de su sustitución sitúa la tan mentada liberación y la igualdad femenina como uno de los grandes mitos del socialismo marxista. Breznev, consciente de la reputación que la Furtseva había adquirido en el exterior como fruto de sus muchos viajes a Occidente, no encontraba quién la reemplazara. Era necesaria otra mujer y Valentina Tereshkova, la primera cosmonauta, no parecía todavía preparada, al entender y criterio soviéticos, para ocupar su lugar en la cima de poder de la URSS. Sólo cuando el final se precipitó en las postrimerías de 1974, tras el escándalo de la dacha, que la cosmonauta había pasado la prueba y, pasó a reemplazarla.
Stalin, tras la muerte de Lenin en 1924, hizo promulgar una legislación que puso bien en claro el papel de la mujer en la sociedad proletaria. El breve período de liberalidad femenina
de los primeros años de la revolución .que permitían el amor libre y condenaban como reaccionarias las viejas tradiciones relativas al matrimonio. quedó sepultado con esta ley stalinista.
Mediante dicha disposición se prohibía el aborto, permitido en los inicios del bolchevismo, se hacían más rígidas las reglas del divorcio y con la eliminación del patronímico y el uso en su lugar de una rayita, equivalente ruso del hijo de nadie, se condenaba a la madre y a los hijos naturales con una cláusula de identidad, que se mantuvo vigente 16 años después de la muerte de Stalin.
El régimen stalinista no se diferenció en este aspecto del zarismo. Sus disposiciones contra el divorcio establecían, por ejemplo, la no protección de la muchacha-madre, es decir, las madres solteras, y lo que se conoció como el castigo anagráfico de sus hijos. A estos se les obligaba a llevar el apellido materno sin el patronímico formado con el nombre declinado del padre.
Estas restricciones relegaron el papel de la mujer en la sociedad soviética a un plano secundario durante todo el período stalinista y muchos años después. La liberación que comenzó a introducirse luego no hizo más que dar a las mujeres soviéticas lo que ya las de Occidente habían alcanzado antes.