Aunque Balaguer y Trujillo ya no existen físicamente, no es menos cierto que su atmósfera -política-cultural- aún se resiste y consista; y en el caso, específico, de Balaguer tiene su discipulado bastante vigente -con líder-reencarnado y todo-. Sin embargo, el caso del Balaguer-partido -ese que se elevó por encima de su feudo-“aparato”- es único e irrepetible, por varias razones: a) Balaguer era un asceta que solo vivió para la política, la literatura, la historia y el arte de gobernar, b) fue el producto de una época o generación “los atrapados” -1930-1961-, c) jamás cosas materiales distrajeron su vida frugal y rutinaria; y d) desarrolló, como ningún líder nacional, una técnica de gobernar entre el castigo, el equilibrio, la represión -1966-78- y la corrupción que “se detenía en la puerta de su despacho”.
Al mismo tiempo, ese Balaguer tenía, al igual que Bosch y Peña Gómez, su nicho-raigambre socio-electoral y sabía, por dominio idiosincrático de la naturaleza del dominicano metido en política (para qué daba o se atrevía cada uno). Solo en campaña o momentos excepcionales, el caudillo de Navarrete, sabía decir palabras altisonantes o estribillos contagiosos…
Por todo ello, creo, que el caso Balaguer-partido es irrepetible y el que se le quiere equiparar -excesivamente egocentrista- solo en mañas y permisibilidad se parece. Por eso, no creo que la especulación-teoría o interés de situar al Balaguer -tres veces presidente- como otra figura-partido, obviando su entelequia, pueda romper su ciclo electoral devaluado y de cierre y, de paso, superar una de las dos maquinarias política-electorales -PLD-PRM- de cara al 2024. Esa es una tesis traída por los moños, precisamente, cuando el más tenaz y persistente -“Llegó papá”- hubo de conformarse con gravitar y un canto de la sábana (igual que el discípulo-engendro en 2020).
Además, hay razones de peso político-electoral: bajo qué circunstancia o premura darle la candidatura a un 4%, cuando bien, y dado el posible escenario, se puede pactar o lograr, en las urnas, un equilibrio por cuenta propia; y sin el riesgo de resucitar un candidato eterno. No sería más práctico-político, bajar la guardia y cerrar, de un porrazo, tres pájaros de un tiro y buscar avenencia.
Total, el PLD está poblado y dirigido por líderes curtido en el poder y el ejercicio profesional de la política -versión conservadora; aunque, contradictoriamente, con una agenda gubernamental eclética y de avances en la deuda social histórica-acumulada (quizás resabios o herencia de la escuela Juan Bosch), que sabrá priorizar gobernar en vez de perseguir o no guardar la forma de las colindancias y el tejemaneje de la política.
Resucitar al otro Balaguer -con su escuadrón ultraconservador-, como probable salvamento o devolver lo que debió ser gratis, es una mala inversión a favor de quien aspiró a una “fábrica de presidente” de un solo modelo. Llegado el momento: ¡piénsenlo!