La lección que mi padre procuraba que aprendiera ya la conocía, aunque intuitivamente por el terrible temor que se percibía en el ambiente social durante los actos públicos celebrados antes del día de las votaciones, pues era notoria la intención de algunos asistentes para resaltar sus presencias y de otros para esconderlas. También porque en las clases de historia nacional nos habían hablado sobre la actitud de comprar el contrincante de algunos candidatos o gobernantes para premiar con dineros a quienes les vendieran sus votos en favor de sus señalados.
Se puede racionalizar cualquier proceso de intercambio, de bienes, de ideas, de poder, de conocimientos, como procesos de ganancia para los participantes, porque ningún participante realiza el cambio de algo por otro algo si no percibe conjuntamente un beneficio adicional. Esta actirud intuitiva del ser humano contrasta con los postulados, las premisas y las matemáticas que se desarrollaron bajo el auspicio de la Fuerza Militar de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando llamaron al primer algoritmo “Zero-sum Game”, en los campos deTeoría de Juegos, Investigación de Operaciones, Optimización de Sistemas, Mecanismos multidimensionales, diofánticos o diofantinos. La plaza del intercambio puede ser física, electrónica, pública o privada, preconcertada, auspiciada, y hasta escondida o asesorada, si se incluye la concertación como parte del precio de intercambio.
Toda esta palabrería procura contribuir a mejor entender la complejidad del proceso decisorio aun cuando tenga apariencia insignificante, como por ejemplo, cuando el texto constitucional defina como obligación o deber el depósito en una urna, no implicaría violación constituciona si no se da la existencia de un proceso de castigo penal si el voto no se deposita, además de otras consideraciones éticas y filosóficas de los mandantes, es decir de esa gente que doquiera proclaman Padres de la Patria, para beneficiarse de la elevación de categoría de sus auspiciados.
Sé que en la geografía del Planeta Tierra hay alrededor de 20 naciones que definieron como obligatorio el ejercicio a derecho al voto, aunque talvez todas están organizadas bajo regímendes liberales nacidos de las inquieturdes que produjeron durante el siglo XVIII la Revolución de Norteamerica, la Revolución Francesa, y la Revolución de Haití. Sé muy bien que no fueron solo guerras para salvar al planeta, que no estaba en peligro, sino para abrir una nueva era para el ejercicio de la libertad y de los derechos humanos, aunque curiosamente, los imperios que entonces se enfrentaron no solo fueron los mismos sino, además que asumieron roles antagónicos en todas las contiendas en que se enfrentaron hasta inicios del siglo XX, o quizás hasta el presente.
No me siento ni hoy ni nunca responsable de ir a depositar mi voto en elecciones nacionales dominicanas porque esté escrito en el texto de nuestra Constitución, porque creo que es fundamento de la misma la libertad de escogencia, lo cual implica la existencia de una alternativa. Y pudiera ser que en realidad solo haya una: NO VOTAR. Seguirá.