La pandemia del coronavirus no sólo ha tenido graves consecuencias para la vida humana y para la economía del mundo, sino que la situación de encierro en el hogar que provocó en sus primeros momentos y la inestabilidad económica en el hogar, ha afectado de manera muy importante la estabilidad de todos los matrimonios.
En la República Dominicana las investigaciones que se han realizado en los últimos meses, nos llevan a constatar que se han incrementado de manera considerable tanto la violencia en el hogar, los feminicidios y los divorcios.
Desde hace unos años, en las conferencias sobre matrimonios que dictamos mi esposa Zinayda y yo, hemos afirmado que el divorcio en nuestra nación es una epidemia que camina a convertirse en pandemia. Y la crisis del coronavirus ha acelerado la cantidad los divorcios, ya que hoy día ante el más mínimo problema o discusión muchos matrimonios toman el divorcio como opción. Y eso debe ser enfrentado y derrotado.
A propósito de esa situación, quiero hacer una reflexión especial para los esposos que me leen. Los hombres debemos entender que en un matrimonio no somos los dueños de nuestras esposas ni de sus vidas.
Nuestras esposas en realidad son el principal soporte de nuestro amor, el apoyo mayor de cariño para nuestros sueños y debemos ser siempre su príncipe azul para mantener juntos un reino lleno de felicidad, y nunca convertirnos en el verdugo que la maltrata diariamente y que la mata cuando ella decide que ya no quiere seguir con nosotros.
La Biblia dice en Efesios 5:28 lo siguiente: “…el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo”. Los esposos debemos amar a nuestras esposas hasta el infinito. Entregarnos plena y absolutamente a ellas. Sin condiciones y sin prejuicios. Y debemos aprender a perdonar y amar sin límites.
Un matrimonio es un lindo pacto de amor entre esposo y esposa, el cual debe ser validado y reinventado todos los días. Debemos entender que ninguna relación de amor va a funcionar si no es entregando todo para que el otro esté y se sienta bien.
Jesús nos enseñó que nunca perdemos cuando nos entregamos en amor. Cuando damos amor, comprensión, tolerancia y entrega total, siempre ganamos.
Si actuamos de esa manera, podremos lograr que nuestros matrimonios se mantengan fuertemente unidos y sean felices para siempre, como en los cuentos de hadas.
Debemos entender que la felicidad en el matrimonio no es que todo esté bien, sino que nosotros estemos bien a pesar de todo.
Esa es la verdadera definición de la felicidad. Lo reiteramos: Ser feliz no es que todo esté bien, sino que nosotros estemos bien a pesar de todo. Estamos convencidos que en nuestros matrimonios es posible lograr “ser felices para siempre” si hacemos lo siguiente:
- 1ero.- Colocar a Jesús como el centro de nuestras relaciones, seguirlo a Él y poner todas las situaciones, la buenas y las malas, en sus manos a través de la oración.
- 2do.- Tener una buena comunicación y aprender a escucharnos y respetarnos uno a otro.
- 3ero.- Practicar la transparencia de manera permanente. No esconder ni ocultar nada a nuestras parejas.
- 4to.- Aprender a perdonar y siempre estar dispuesto a ceder para que la relación se fortalezca y se preserve.
- 5to.- Nunca, bajo ninguna circunstancias y sin importar la situación que se presente, ni maltratar, ni golpear, ni abusar, de nuestras parejas, en especial los maridos a sus esposas. Que nunca la violencia sea la vía para tratar un problema.
Que siempre el amor, el perdón y la comprensión sea el camino perfecto para resolver los problemas, tal y como nos enseñó Jesús.
Esposos y esposas que me leen en este momento, no importa cuál sea la situación por la que esté atravesando su matrimonio hoy en día, recuerden esto y grábenlo por siempre en su corazón: “El divorcio no es opción, Jesús es la solución”.